Operación Gatekeeper, 25 años después: cómo fue el punto de inflexión que transformó la frontera
SAN DIEGO — La procuradora general Janet Reno quería ver el caos por sí misma. Entonces, observó a cientos de migrantes reunidos en la oscuridad a lo largo del límite norte de Tijuana, esperando que llegara la oscuridad para hacer el viaje ilegal a San Diego. El cerco fronterizo que habían erigido en los últimos años no iba a detenerlos.
La funcionaria se dirigió al agente principal de la patrulla del sector de San Diego y le preguntó qué necesitaba para controlar la frontera. Sensores, radios, vehículos, más agentes, respondió él.
Ella le dijo que elaborara un plan para hacerlo realidad.
Lo que surgió después fue un enfoque completamente nuevo para el control fronterizo.
En septiembre, una madre hondureña, Idalia Yamileth Herrera Hernández, y su hijo de 21 meses se ahogaron mientras intentaban cruzar a Estados Unidos a través de Río Grande en Texas.
La Operación Gatekeeper se dio a conocer el 1º de octubre de 1994. La estrategia era disuadir a los migrantes de cruzar sin autorización, en primer lugar y, para aquellos que seguían sin inmutarse, alentarlos a cruzar en áreas silvestres más aisladas hacia el este, donde pudieran ser capturados con más facilidad.
Veinticinco años después, la Operación Gatekeeper todavía es vista como un importante punto de inflexión en el esfuerzo por controlar la frontera. Pero se le considera tanto un éxito como un fracaso, dependiendo de a quién se consulte.
Apenas dos años después de que las detenciones alcanzaron un mínimo histórico, los arrestos por inmigración a lo largo de la frontera de Estados Unidos y México se dispararon a un máximo de 13 años el mes pasado.
De cualquier forma, algo es seguro: la Operación Gatekeeper puso en marcha un proceso que alteró significativamente el paisaje fronterizo entre Estados Unidos y México, y transformó a San Diego en una de las áreas limítrofes internacionales más fortificadas del país. También tuvo un costo humano, puesto que la migración se desplazó hacia el este.
Antes de la Operación Gatekeeper
“La frontera no se parecía en nada a lo que es hoy”, observó el fotoperiodista Don Bartletti.
Su fascinación por la frontera comenzó cuando era fotógrafo de San Diego Union, a fines de la década de 1970. Por entonces, “era esencialmente un cable o alambre de púas encajado en el suelo, por miles de pies hacia el norte”.
El reportero recordó las masas de migrantes que se reunían todas las noches en un lugar popular cerca de la Colonia Libertad de Tijuana, conocido como “el campo de fútbol”. Algunos les vendían comida y provisiones para el viaje, los sacerdotes católicos celebraban misa, los contrabandistas se conectaban con sus clientes, y los transeúntes superaban con creces a los agentes de la Patrulla Fronteriza que había del otro lado.
Algunas familias migrantes contemplaron este fin de semana cruzar a nado el Río Grande desde México para buscar asilo en EE.UU a pesar de varias muertes recientes por ahogamiento.
Luego, en oleadas durante las horas siguientes, los transeúntes se lanzaban a la aventura. Corrían a través de matorrales y cañones -a menudo llenos de bandidos que esperaban a sus presas- y seguían las rutas para poder fundirse en la ciudad. No era raro ver a inmigrantes no autorizados cruzar la Interestatal 5, con resultados trágicos.
Lo mismo sucedía más al oeste, en el Border Field State Park, donde un obelisco y un cerco de malla de seis pies de altura marcaban el límite internacional. “A menudo, se inclinaba tanto que la gente que esperaba el anochecer la usaba como hamaca”, recuerda Bartletti, sobre la cerca.
Ese tramo de tierra -las primeras 7.5 millas comienzan en el Océano Pacífico- se convirtió en el corredor más concurrido para los cruces no permitidos en el país.
“Muchas noches, atrapábamos a cientos, si no miles, de personas”, recordó el subjefe de patrulla Chancy Arnold, quien comenzó como agente novato en 1985. A veces terminaba capturando al mismo grupo varias veces en la misma noche. “Era un poco desmoralizador ver la cantidad de actividad que había, y saber que no contábamos con los recursos adecuados para controlarla”, señaló. “Sentíamos: ‘¿Qué estoy haciendo aquí?’ Ves que miles de personas te pasan por un lado”.
Una cerca más sólida comenzó a levantarse alrededor de 1990. Estaba hecha de una estera de aterrizaje de helicópteros sobrante de la Guerra de Vietnam, y podía reducir la cantidad de vehículos cargados que pasaban, pero era fácilmente violada por las personas a pie.
Las antorchas y sierras atravesaban el metal. Familias enteras, incluidas mujeres con vestidos de cocina, chicas con zapatos de vestir e incluso ancianos, eran vistos a menudo escalando la nueva barrera; sus franjas horizontales esencialmente servían como una escalera. “La cerca no detuvo a nadie”, recordó Bartletti, quien continuó fotografiando la frontera para Los Angeles Times.
Para el año fiscal 1993, el sector de San Diego representaba el 42% de todas las detenciones a lo largo del límite nacional suroeste. Los 531.689 individuos capturados ese año probablemente representaron sólo una fracción de quienes habían cruzado sin obstáculos.
Una nueva táctica
El ambiente era propicio para la Operación Gatekeeper.
El gobernador de California por entonces, Pete Wilson, luchaba por ser reelegido. Ya como una fuerte voz que culpaba a Washington por no detener el flujo de la inmigración ilegal y dejar que el estado pagara los costos, Wilson ganó más poder durante su campaña. Se convirtió en un defensor abierto de la Proposición 187, una medida de la boleta electoral que cortaba los servicios estatales -como la atención médica y la educación pública- para los inmigrantes no autorizados.
También se anticipó una afluencia de migración laboral con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), en 1994.
Al mismo tiempo, un experimento en El Paso -una ciudad con una interfaz urbana-fronteriza similar- estaba obteniendo buenos resultados. La Operación Hold the Line, iniciada en octubre de 1993, trasladó a la mayor parte de los agentes al centro de la ciudad, donde tenían posiciones a la vista unos de otros y de posibles cruces. El número de detenciones se redujo en un 70%, según un informe de la oficina del inspector general de EE.UU.
Pero a partir de ese momento, la medida del éxito serían las bajas cifras de aprehensión, no las altas.
La estrategia requería de muchos más agentes, tanto nuevos empleados como otros redistribuidos, tomados de otras áreas. El sector recibió nuevos vehículos fuertes, sensores sísmicos y radios. Las nuevas miras nocturnas unidas a la parte superior de los Ford Bronco de los agentes fueron apodadas “el búho” por los mexicanos.
En lugar de centrarse en todo el sector de San Diego a la vez, Gatekeeper comenzaba en el sector más al suroeste de EE.UU, bajo el control de la estación Imperial Beach, que era, con mucho, el corredor más concurrido. Una vez que la franja estuviera bajo control, la operación avanzaría más hacia el este, hasta que todo el sector estuviera cubierto.
Al hacerlo, Gatekeeper provocaría intencionalmente que las rutas de cruce se desplazaran más al este, hacia las montañas y los desiertos de California, donde las autoridades suponían que los migrantes serían detectados y atrapados con más facilidad.
El despliegue de la operación Gatekeeper
La diferencia entre la era pre y post Gatekeeper fue sorprendente. “Recuerdo estar patrullando una noche, en un área donde normalmente sólo habría uno o dos agentes trabajando, y sorprenderme”, recordó Arnold. “Hacia donde miraba veía un vehículo estacionado, no sólo a lo largo de la frontera sino también más al norte. Me asombró la cantidad de agentes que estaban en el lugar”.
Las detenciones aumentaron al comienzo de Gatekeeper, tal como se esperaba, y luego cayeron constantemente en San Diego durante los próximos años.
Desde el año fiscal 1992 al 2004, las aprehensiones generales en el sector disminuyeron en un 76%, según datos de la Patrulla Fronteriza. Por el contrario, el personal de esa agencia en San Diego creció de aproximadamente 1.000 a 1.650 en el mismo período.
El representante Bob Filner testificó ante el Congreso en 1996, que al principio era escéptico sobre el impacto de Gatekeeper, pero afirmó que sus electores habían cambiado de opinión. “Las personas a las que represento, que viven en comunidades cercanas a la frontera, han notado un cambio muy radical en sus propias condiciones de vida. Es decir, se han sentido más seguras”, aseveró Filner. “Ya no ven a decenas de personas bajando por las calles o en sus patios traseros. Han vuelto a abrir sus garajes”.
Alan Bersin ayudó a lanzar Gatekeeper como fiscal de Estados Unidos en San Diego, y el presidente Bill Clinton convocó a este llamado “zar fronterizo”, unos años más tarde, para implementar la estrategia en el resto de la frontera suroeste.
“Ninguna de las partes lo reclama, pero Gatekeeper fue probablemente el logro nacional más importante concretado de manera puramente bipartidista a través de tres administraciones, y el mayor éxito desde que el presidente Eisenhower y los demócratas armaron el sistema estatal de carreteras a mediados de la década de 1950”, reflexionó Bursin.
Con Gatekeeper llegó un nuevo sistema para identificar huellas dactilares de migrantes, a medida que eran detenidos y procesados. Con una identificación firme, los repetidores podían ser identificados y acusados de reingreso ilegal, un delito grave. El número de procesamientos aumentó a casi 4.000 al año a mediados de la década de 90, comentó Bersin.
Gatekeeper marcó el comienzo de una serie de otras iniciativas fronterizas. Entre ellas estaba la construcción de una cerca de malla metálica secundaria, a lo largo de las primeras 14 millas de la frontera de San Diego con México a partir de 1996, algo que ralentizó aún más los cruces no autorizados.
Consecuencias letales
Gatekeeper tuvo un alto costo humano. Como se esperaba, la migración se desplazó más hacia el este, a entornos inhóspitos que cobraron muchas vidas.
El tráfico finalmente se canalizó hacia Arizona en la década de 2000, ya que El Paso también aumentó los controles hacia el este.
El cuello de botella es evidente en los datos. Si bien las detenciones del sector de San Diego se desplomaron, el área de Tucson experimentó un aumento del 591% entre el año fiscal 1992 y 2004, según datos de la Patrulla Fronteriza.
“Una consecuencia no deseada de esta postura de control y el cambio en los patrones de migración fue un aumento en el número de decesos de migrantes por año; en promedio, 200 morían cada año a principios de la década de 1990, en comparación con 472 fallecidos en 2005 ”, según un informe de 2009 del Servicio de Investigación del Congreso, una entidad no partidista.
Diversas estimaciones sitúan el número de muertes relacionadas con la frontera entre 7.500 y 12.000 desde 1998. “Nunca hemos tenido una contabilidad pública para eso”, afirmó Everard Meade, quien dirige el Instituto Transfronterizo de la Universidad de San Diego. “Nunca ha sido una prioridad de las discusiones sobre políticas”.
Gatekeeper fue fundamental para dar la impresión de que la frontera estaba bajo control, cuando lo que realmente hizo fue desplazar los cruces ilegales fuera de la vista de los habitantes de la ciudad, consideró Pedro Ríos, director del Programa Fronterizo México-Estados Unidos de American Friends Service Committee. “Desde el punto de vista de los derechos humanos”, prosiguió, “fue un completo fracaso”.
La operación tuvo otras consecuencias duraderas, según los académicos. Gatekeeper hizo que cruzar la frontera sin permiso fuera mucho más arriesgado y costoso, ya que expulsó a los contrabandistas familiares a medida que más redes del crimen organizado se disputaban las ganancias, destacó Ríos.
También evitó que los trabajadores migrantes viajaran regularmente de un lado a otro a través de la frontera. En lugar de arriesgarse a ser detenidos, los sostenes de familia se quedaban en EE.UU, entonces sus parientes a menudo también migraban, dijeron los expertos. “Trajo una población indocumentada más permanente a Estados Unidos”, destacó Meade.
Antes y después
En estos días, la cadena humana de agentes a lo largo de la frontera en San Diego ha sido reemplazada por una mezcla de patrullas itinerantes y puntos de observación fijos. El muro fronterizo reforzado, combinado con una vasta red de cámaras, sensores e iluminación como la que se emplea en estadios, hace buena parte del trabajo.
Arnold, quien es el agente más veterano de la Patrulla Fronteriza del país, con casi 35 años de servicio, describió así el legado de Gatekeeper: “Fue el momento decisivo que nos ayudó a llegar al punto en el que estamos hoy en nuestra misión de seguridad fronteriza, utilizando la combinación correcta de personal, tecnología e infraestructura”.
Especialmente, el marco del debate de inmigración que se libra hoy no debería ser sobre la seguridad fronteriza, sino acerca del resquebrajado sistema de asilo, argumentó Bersin. “La gente que viene ahora no quiere escapar de la Patrulla Fronteriza”, dijo. “Lo que quieren es rendirse a ellos”.
La perspectiva histórica a veces se pierde para los agentes más nuevos de San Diego, que escuchan las historias anteriores a Gatekeeper pero no comprenden completamente la transformación ocurrida.
Entonces, la Patrulla Fronteriza le pidió a Bartletti que les mostrara lo ocurrido. El fotógrafo, ahora retirado, seleccionó cuatro imágenes icónicas acerca de la migración masiva: multitudes en una misa en el llamado campo de fútbol, cientos de personas en una escena en el dique del río Tijuana. Luego tomó imágenes en los mismos lugares, tal como lucen ahora: paisajes vacíos de concreto y metal.
Las imágenes del antes y después lucirán desplegadas en la sala de reuniones del jefe, en la sede del sector en Chula Vista.
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