‘Por favor, regresen’: Con el levantamiento del bloqueo por el coronavirus, Europa implora a los turistas que vuelvan
Los visitantes extranjeros son vitales para muchas economías europeas, que claman -y compiten- por el regreso de los turistas a medida que se alivian los bloqueos por coronavirus.
En los pasillos dorados del Palacio de Versalles, los visitantes se detienen para maravillarse con los candelabros de cristal, la cama con dosel de brocado de María Antonieta y los retratos de Napoleón dibujados a escala real -por cierto, pequeña-.
Luego pasan al famoso Salón de los Espejos, que recibió una buena limpieza durante el cierre del coronavirus por primera vez desde 2007, y a la sangrienta Galería de Grandes Batallas que, tal como dice la guía, “representa casi 15 siglos de éxitos militares franceses”.
Pero hoy, prácticamente no hay nadie a quien impresionar con estas hazañas. El palacio, normalmente rebosante de turistas, está casi vacío debido a la crisis del COVID-19. “Es como un recorrido privado”, expresó un portavoz de Versalles, en un tono de voz que sugiere que la situación no es muy buena.
Versalles, como muchas otras atracciones turísticas europeas, intenta recuperarse después de un cierre forzado de 82 días como parte del estricto bloqueo por coronavirus de Francia, que cerró los aeropuertos y las fronteras del país, incluso con sus vecinos más cercanos.
Francia reabrió sus límites para la Unión Europea el lunes de la pasada semana, pero los visitantes de sitios más lejanos sin una razón familiar o profesional “convincente” no pueden ingresar hasta que se abran las fronteras internacionales por completo, el 1º de julio. Eso incluye a los estadounidenses, que representan una cantidad considerable de los turistas extranjeros que visitan Versalles.
“Deseamos dar vuelta la página, olvidar esta enfermedad que hemos vencido, y volver a la normalidad en Versalles. Esto es importante porque queremos decirle a los turistas estadounidenses que, por favor, regresen”, aseveró Catherine Pegard, quien dirige el palacio. “Versalles encarna la relación entre nuestros dos países, y sentimos la ausencia de los visitantes estadounidenses”.
La Unión Europea reabre las fronteras entre los países miembros después de tres meses de bloqueo por coronavirus, pero a los estadounidenses todavía no se les permite entrar.
Las reglas de distanciamiento social, que exigen que todos se mantengan a un metro de distancia y usen máscaras faciales, significan que sólo puede haber 500 visitantes por hora en el sitio, y un total de 4.500 por día. En este momento del año pasado, Versalles vendía 27.000 boletos diarios.
Francia es el país más visitado de Europa, por lo cual el turismo es un pilar clave de su economía. En 2018, el año más reciente para el cual hay cifras disponibles, el sector generó un estimado de $62.300 millones en ingresos, que representan más del 7% del PIB, y empleó directa o indirectamente a dos millones de personas. La nación en su conjunto (con una población de 67 millones) recibió a casi 90 millones de turistas, un tercio de los cuales visitaron París.
Europa representa la mitad del mercado turístico mundial, señalan los funcionarios de la UE. España e Italia, que han sido particularmente afectados por el coronavirus, dependen de los turistas para más del 10% de su producción económica. En Grecia, el número está más cerca del 20%.
Los expertos creen que es demasiado pronto para evaluar el efecto total de la crisis por la COVID-19, pero la Comisión Europea ya está pidiendo un nuevo “Plan Marshall”, con fondos de la UE, para salvar la industria del turismo.
Para contribuir, la mayoría de los países del continente reabrieron sus fronteras el lunes a los viajeros de Europa; la medida fue el disparo inicial en una carrera feroz para atraer a visitantes aún cautelosos. La pequeña Chipre está tan ansiosa por recuperarlos que ofrece pagar los costos médicos y hoteleros de cualquier turista que llegue con COVID-19 mientras visita la isla.
Aunque el bloqueo por el coronavirus fue flexibilizado en la mayor parte de Francia a principios de mayo, la región de la capital (que incluye Versalles) permaneció bajo restricciones hasta principios de junio. Al igual que Blancanieves, París está saliendo de un sueño largo y profundo, y está deseosa de que una fuerte dosis de café la despierte por completo.
Los famosos bares de la Ciudad de la Luz fueron profundamente afectados por el coronavirus. Para recuperar parte de sus ingresos perdidos, y con el verano en camino, se les permitió poner mesas en las aceras y los espacios de estacionamiento cercanos. “El espacio ampliado al aire libre ayuda a los propietarios siempre que el clima coopere, pero muchos dicen que no es suficiente para compensar el déficit”, expuso Lisa Anselmo, fundadora de la campaña Save the Paris Cafe. “Incluso con mesas adicionales al aire libre, siguen perdiendo hasta el 50% de su capacidad si no pueden servir en el interior”.
Forrest Fenn había publicado pistas sobre la ubicación del tesoro en línea y en un poema publicado en su autobiografía de 2010, “La emoción de la persecución”.
En el lado positivo, agregó, las terrazas ampliadas han “creado una atmósfera festiva y agradable en nuestros vecindarios, y si la ciudad puede encontrar una buena manera práctica de llevar adelante esta etapa post-COVID, ello podría mejorar la calidad de vida general de los parisinos y aumentar las ganancias para los cafés en problemas”.
Sin embargo, captar sólo a los residentes de la ciudad no es suficiente, enfatizó Kevin Meyer, camarero en el famoso restaurante Deux Magots en el corazón de Saint Germain, en la famosa margen izquierda de París. “Es bueno que tengamos más clientes parisinos, pero normalmente entre el 75% y el 80% de nuestros clientes son turistas, por lo cual hay menor actividad y menos dinero; eso es malo”, afirmó. “Queremos que vuelvan los turistas, además de los parisinos”.
Al sudeste de París, en la región vinícola de Borgoña, los viticultores han sufrido un doble golpe: el cierre de la industria hotelera y la decisión del presidente Trump, el otoño pasado, de imponer un 25% de derechos de importación sobre sus vinos. Las 900 bodegas de la región normalmente obtenían el 15% de sus ingresos anuales de sus visitas turísticas y degustaciones.
Jean-François Bordet, un productor de Chablis en el pintoresco pueblo ribereño de Maligny, comentó que los enólogos locales ya estaban en problemas incluso antes de la pandemia de COVID-19, ya que el mal tiempo había afectado tres de las últimas cuatro cosechas de uvas.
“La esfera del vino tiene muy pocas reservas en el banco al cual recurrir”, comentó. “Ya era financieramente complicado para bastantes productores, y 2020 será otro mal año en términos de ventas. Sólo nos resta desear que todo se recupere”.
El hotel y restaurante de cuatro estrellas Chateau de Courban, un popular punto de parada en Borgoña para los turistas que viajan entre la ciudad de Champagne de Reims y la ciudad de Dijon, abrirá la próxima semana.
Durante el cierre, el chef del hotel -reconocido con una estrella Michelin-, Takashi Kinoshita, nacido en Japón, cocinó para los enfermeros de un hospital de la ciudad. Los planes para intentar una segunda estrella quedaron temporalmente suspendidos. “Tuvimos que poner un alto a todo el trabajo de ampliación durante el cierre”, afirmó el propietario del hotel, Frederic Vandendriessche.
Pero las cosas están mejorando. “Ya comenzaron a llegar reservas”, anticipó. “En este momento son en su mayoría de belgas y británicos, así como de franceses, por supuesto... Hemos tenido muchos turistas estadounidenses en el pasado, y esperamos que cuando las fronteras se abran a los visitantes internacionales, regresen”.
En Versalles, uno de cada ocho visitantes al palacio es estadounidense. En un reciente domingo por la tarde, no había filas para ingresar a los extensos jardines reales, que lucían casi desiertos. Pegard, la presidenta del palacio, espera ansiosamente que los turistas vuelvan. “Quizá muchos decidan quedarse en casa este año. Tal vez los franceses, que normalmente se irían de vacaciones al extranjero, redescubrirán Versalles”, especuló. “Por el momento, simplemente no sabemos qué pasará, pero todos son bienvenidos”.
Sin embargo, no todos los parisinos extrañan la multitud de visitantes extranjeros que se agolpan para ingresar al Louvre, contemplar la catedral de Notre Dame dañada por el fuego o subir a la Torre Eiffel. Anne Deguy, una periodista francesa, disfruta de redescubrir su ciudad natal sin las multitudes. “Me encanta París sin turistas”, confesó. “Está vacío y me he beneficiado yendo a lugares en los que no he estado por 30 años porque suelen estar invadidos por viajeros. Por supuesto, necesitamos de los turistas para la economía”, agregó, “¡pero ha sido realmente bueno estar por aquí sin ellos!”.
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