Doña María del Refugio, Alejandro, Vicente Jr., Gerardo y toda la Dinastía Fernández compartieron su más intimo momento del adiós a Chente como él mismo lo pidió en vida... con aplausos y al sonido de ‘Volver, Volver’
Don Chente tuvo el adiós público que siempre deseó en vida y la Dinastía Fernández demostró cómo se debe hacer un servicio fúnebre a una gran figura artística como lo fue, lo es y será por siempre Vicente Fernández.
Con dignidad, con clase y sobre todo, con el calor y los aplausos de su gente, así fue como el Charro de Huentitán fue despedido de este mundo y por sus dos grandes amores: su familia y su público.
Es la forma en la que los fans de José José y Armando Manzanero hubieran querido despedir a sus ídolos, pero eso no pudo ser. Ellos se lo merecían ya nunca lo podrán hacer.
Familiares, amigos, celebridades y su público le dan un último adiós a Chente entre la música del mariachi, coros y lágrimas
Afortunadamente, el Rey de las Rancheras fue despedido como tenía que ser. La parte pública de sus exequias terminó esta tarde con una hermosa y emotiva misa oficiada por el capellán Oscar Sánchez Barba, acompañado por su Mariachi Azteca, en presencia de su viuda, sus hijos, nietos y las personas más cercanas a su entorno familiar y amigos como Pedro Fernández, Edith Márquez, Pepe Aguilar, su esposa y sus hijos, además del boxeador Julio César Chávez, entre otras celebridades.
A ellos se sumaron miles de seguidores que llenaron la Arena VFG para orar, cantar, aplaudir y agradecer la presencia de la música de Chente en sus vidas. Y si bien las horas de homenaje y vigilia fueron intensas, además de dolorosas, también es cierto que fueron indicutiblemente hermosas. En un futuro, esos niños que acompañaron hoy a sus padres a esta ceremonia de seguro se lo agradecerán por haberlos hecho formar parte del cierre de unos de los capítulos más significativos en la historia de la música vernácula de México.
En presencia del Rey
El féretro de Vicente Fernández había llegado a la Arena el domingo en la tarde, horas después de que se dio a conocer su fallecimiento a las 6.15 am hora del Este. Antes había pasado por la funeraria, donde fue preparado y embasamado por su funeral. Hora tras hora, sus fanáticos hicieron guardia en la capilla ardiente en la que se había transformado el escenario de la arena.
La familia Fernández había informado que el entierro sería mañana martes, pero el agotamiento de la viuda, Doña Cuquita, requirió que se adelantara el proceso. No era para menos, la compañera de Don Chente por casi 60 años casi no se despegó de su lado durante su última hospitalización de 128 días y tampoco lo haría en las últimas horas que el cuerpo permaneciera ante la vista de su gente.
En el rostro de la madre de los hijos de Chente se denotaba cada uno de esos días transcurridos. Quizá por eso, y por los años que Chente estuvo a su lado compartiéndo su vida. Porque todos saben que mientras él estaba recorriendo el mundo con su música, Cuquita estaba en casa, primero con los niños, luego con los nietos y últimamente hasta con sus bisnieta. Quizá porque admiran su entereza y porque saben que esa familia, que hizo un trabajo impecable despidiéndose del patriarca, descansa sobre sus hombros, las miles de personas reunidas en la arena esta tarde corearon “Cuquita, Cuquita, Cuquita” sin cesar y hasta el final de las exequias.
¿Qué hizo que Vicente Fernández fuera tan espectacular durante cuatro décadas? Empiece con estas canciones.
Doña Refugio había cerrado el evento con estas palabras: “A toda la gente que está aquí. A todas las personas que nos están viendo que mandaron mensajes, hicieron misas, rezaron por él, les doy las gracias y bendiciones con todo mi corazón. Les doy las gracias y que Dios los cuide a todos”. Esa palabras de seguro les llegaron al alma a los presentes, porque si a mi me tocaron, me imagino lo que sintieron ellos al verla y escucharla en persona.
Antes que Doña Cuquita Alejandro Fernández, el hijo menor de Don Chente, fue quien tomó la palabra. Alejandro parece haber sido el descendiente de la Dinastía Fernández que ha recibido la antorcha del liderazgo familiar, al menos públicamente. Tras agradecer a la gente que apoyó a su papá en vida pidió “un fuerte aplauso a los doctores que estuvieron atendiendo a mi padre y que estuvieron con él hasta el final para tratar de que estuviera aquí con nosotros”, dijo El Potrillo. “Viva Vicente para siempre. Un aplauso por favor para mi madre”, agregó emotivamente.
La reacción fue inmediata y estruendosa. De pie, la arena se deshizo en vítores para doña Cuquita, como tenía que ser. Alejandro cantó “Volver, volver”, con una potencia vocal que parecía haberse guardado hasta ese momento. El potrillo pasó a ser un caballo pura sangre que sin duda continuará calbalgando por el mismo camino que un día su padre recorrió y que hoy Alejandro cabalgará en solitario.
Pero ese no fue el único momento emotivo de la tarde. La misa fue acompañada por el mariachi de Vicente Fernández. Las oraciones a ritmo de ranchera sonaron más sentidas que nunca, en especial el Padre Nuestro. La oración que comparten todos los cristianos fue cantada por miles y tocó corazones. El amor hacia el artista y su familia se sentía incluso a través de la pantalla del televisor, en los teléfonos, en las computadoras. Corazones rotos y corazones llenos.
Luego, Alejandro y su mamá besaron el ataúd. Gerardo, Vicente y Alejandra saludaron al público. Los hermanos se tocaron dando apoyo, se abrazaron. La urna fue cargada por los hombres Fernández hacia una carroza fúnebre y de allí partió hacia la parte privada del rancho Los tres potrillos, donde el artista fue enterrado en una ceremonia a la que las cámaras de video ni de fotografía no tuvieron acceso.
“Lamentamos comunicarles su deceso el día domingo 12 de diciembre a las 6:15 am. (Hora de México).
La forma en la que la familia Fernández llevó la última enfermedad y el funeral de su patriarca demuestra que es posible encontrar un balance entre la vida privada de un artista y lo que necesita y merece su público, que se puede compartir un momento tan íntimo y doloroso como éste, sin caer en un circo, y, por encima de todo, que es posible ser parte de una familia famosa y guardarse las peleas y diferencias y que es posible reencontrarse en el dolor.
Eso algo que no pasó cuando falleció el Príncipe de la canción. Habría sido hermoso ver a sus deudos unidos en público. Habría sido un privilegio ver a su público cantándole sus grandes éxitos. Habría sido más que merecido que tuviese un funeral digno como el de Vicente Fernández.
Ojalá que hayamos aprendido de los Fernández, quienes enviaban almuerzos a la prensa que hacía vigilia en el hospital, que habían anunciado que harían una cena de Navidad para las personas que los apoyaron, si Vicente Fernández seguía vivo para ese entonces. No hay un homenaje más grande para un padre que ser buenas personas. Al final, en momentos de enfermedad y muerte, esa es la única herencia que cuenta. Q.E.P.D don Chente.
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