La era Zoot Suit: cuando los estadounidenses blancos aprendieron a estereotipar a los latinos como una amenaza
Solo gente muy malvada puede declarar la guerra contra los niños y adolescentes, pero así es nuestra actual administración presidencial. El procurador general de EE.UU. Jeff Sessions prometió separar a los niños de sus padres cuando cruzan la frontera sin autorización, gruñendo a nadie en particular en una conferencia de prensa, en mayo: “Si no les gusta eso, entonces no pasen niños de contrabando a través de nuestra frontera”.
La Oficina de Reasentamiento de Refugiados se enfrenta a la indignación de los activistas por admitir que no pudo localizar a más de 1,400 menores que habían sido puestos al cuidado de patrocinadores adultos después de llegar sin acompañantes a la frontera.
¿Y sobre esos niños migrantes? El presidente Trump dijo esto: “Se ven tan inocentes. No lo son”.
Aquí es donde debería mencionar que los jóvenes a los que la administración Trump detesta tanto son abrumadoramente latinos. Y que los estadounidenses han temido a los menores como ellos durante décadas, ya sean Dreamers, pandilleros reales o imaginarios, estudiantes de preparatoria embarazadas, universitarios con ideas radicales o adolescentes que escuchan música sierreña y a Drake a todo volumen en el estéreo del GMC Yukon de su padre.
Los jóvenes latinos son considerados una amenaza sediciosa y existencial para Estados Unidos únicamente por su herencia. Es un estereotipo injusto.
Todo esto se remonta a los disturbios Zoot Suit. Los ataques -que se extendieron días- de militares blancos contra mexicoestadounidenses, en el este y centro de Los Ángeles, quw ocurrieron hace exactamente 75 años. Los eventos fueron recreados en cine, teatro y música. Cerca de una docena de libros académicos documentaron los disturbios de 1943 desde diferentes ángulos, desde las mujeres que vistieron el rol de pachucas hasta -no es broma- cómo la tira cómica “Lil ‘Abner” preparó el escenario para que los mexicanos recibieran una paliza.
Activistas y académicos describen universalmente los disturbios Zoot Suit como un error judicial, lo cual definitivamente fue así. Pero recordarlos como un evento singular enmascara el legado más inquietante de los disturbios: cómo la prensa de Los Ángeles, entre ella este periódico, creó una plantilla de odio que es usada contra los jóvenes latinos desde entonces, incluso por la administración de Trump en la actualidad.
Estados Unidos, por supuesto, vilipendió a los latinoamericanos como personas violentas durante más de un siglo, señalando a cualquier sujeto malo que resultara conveniente: Pancho Villa, Fidel Castro, Pablo Escobar y ahora la pandilla MS-13. Pero los jóvenes latinos no eran el foco de esta maldad antes de los disturbios Zoot Suit. Los académicos publicaban artículos sobre por qué tantos estudiantes mexicoamericanos parecían tener bajo rendimiento (¿escuelas segregadas, tal vez?), pero hablar de ellos como un peligro para la sociedad era una conducta limitada.
Eso cambió con los disturbios. Primero se conoció el caso de Sleepy Lagoon, en 1942, en el que 22 jóvenes mexicanoamericanos fueron juzgados por la muerte de un joven trabajador agrícola, José Díaz (cinco fueron absueltos, y las otras condenas finalmente fueron revocadas). A lo largo del sensacional juicio masivo, los periódicos del sur de California compitieron para ver cuál de ellos podía enfangar más a los jóvenes latinos.
Así, publicaron -sin cuestionarlo- un testimonio de un trabajador del Departamento del Sheriff de Los Ángeles, que dijo que los jóvenes mexicanos tenían un “deseo eterno... de matar, o al menos de que corra sangre” debido a sus raíces aztecas. El Santa Ana Register describió a los adolescentes que frecuentaban una sala de juegos como “jóvenes mexicanos viciosos”, y consideró que un grupo de preadolescentes era una “pandilla juvenil” porque habían tomado 40 centavos de una caja de efectivo de Pacific Electric.
Dailies incluso alegó, sin ninguna prueba, una especie de conspiración con las potencias del Eje, y llamó a los zooters “el tipo de juventud exuberante que Hitler encontró útil”.
Esos artículos escandalosos y titulares sensacionalistas durante la guerra llevaron a una conclusión lógica: cinco días de disturbios durante los cuales soldados uniformados, marineros e infantes de Marina deambularon por la región en busca de jóvenes latinos y otras personas de color para poder arrancarles los trajes (conocidos como zoot suits) y golpearlos. La policía observaba y luego arrestaba principalmente a víctimas latinas.
La demonización prosiguió; The Times dijo que los marineros le dieron a los pachucos “una lección moral” y culpó a los padres inmigrantes por la falta de “control sobre su descendencia”.
Entonces y ahora, las quejas sobre los delincuentes jóvenes latinos son en gran parte exageradas; la violencia juvenil aumentó drásticamente en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, entre todas las etnias. Pero la plantilla de odio de los disturbios Zoot Suit sobrevivió: desde “West Side Story” hasta “Boulevard Nights” y más allá, la cultura popular consolidó la imagen de los jóvenes latinos como plagados de violencia y como sujetos totalmente diferentes de sus pares blancos.
Los medios noticiosos nunca retrocedieron; a medida que decenas de miles de jóvenes centroamericanos no acompañados llegaron a Estados Unidos en la última década, los medios conservadores los describieron como un ejército invasor en lugar de como lo que son: refugiados.
Tal odio tiene un costo. Un estudio de 2017 realizado por investigadores de Penn State demostró que, entre los latinos, los mileniales nacidos en EE.UU. informaron sentirse más discriminados. “Lo que les acaba sucediendo [a ellos] es que tienen mayores expectativas de inclusión que otros grupos latinos y una mayor conciencia sobre el trato injusto y el bloqueo de oportunidades”, destacaron los investigadores en un comunicado de prensa.
Los latinos mayores han trabajado laboriosamente para combatir el daño y la duda que causa esta discriminación con clases de estudios étnicos, campamentos de verano de empoderamiento juvenil y otras opciones. Pero las palabras y acciones de Trump -y de otros políticos- socavaron tales esfuerzos. Que alegremente apunten a un grupo etario que es cada vez más el futuro de nuestra nación es una tendencia inquietante.
Y todo comenzó en Los Ángeles.
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