Nuevas señales sugieren que el coronavirus estaba en California mucho antes de que se supiera
El Coronavirus podría haber estado en California ya en diciembre. El momento tuvo graves consecuencias...
SACRAMENTO — Un hombre fue encontrado muerto en su casa a principios de marzo. Una mujer se enfermó a mediados de febrero y luego murió.
Estas muertes tempranas de COVID-19 en el Area de la Bahía de San Francisco sugieren que el nuevo coronavirus se había establecido en la comunidad mucho antes de que los funcionarios de salud se hubieran percatado. El retraso ha tenido consecuencias nefastas, permitiendo que el virus se propagara sin control antes de que las reglas de distanciamiento social entraran en vigencia.
“El virus circulaba libremente en nuestra comunidad y probablemente haya estado aquí por bastante tiempo”, dijo el Dr. Jeff Smith, médico que es el director ejecutivo del gobierno del condado de Santa Clara, en una conferencia de prensa reciente.
¿Cuánto tiempo? Un estudio de Stanford sugiere un aumento viral dramático en febrero.
Pero Smith manifestó el viernes que los datos recopilados por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, los departamentos de salud locales y otros sugieren que fue “por mucho más tiempo de lo que creíamos, probablemente desde diciembre”.
“Esto no fue identificado porque estábamos teniendo una temporada de gripe severa”, señaló Smith en una entrevista. “Los síntomas son muy parecidos a la gripe. Si se tuvo un caso leve de COVID, realmente no se notó. Ni siquiera se acudió al médico. El doctor tal vez ni siquiera lo sospechó porque pensaron que era gripe”.
Así como Nueva York tiene fuertes lazos con los viajeros de Europa, quienes se cree que trajeron el coronavirus allí desde Italia, el Área de la Bahía es un centro natural para aquellos que viajan hacia y desde China. El condado de Santa Clara tuvo sus primeros dos casos de COVID-19 casi una semana antes de la aprobación federal de las pruebas de emergencia para la enfermedad el 4 de febrero. Ambas personas eran viajeros que regresaban de Wuhan, China, donde el virus estaba desenfrenado.
Mientras la pandemia despegaba, un médico de la sala de emergencias y un amigo del Ejército planeaban producir rápidamente un ventilador barato. Pero su altruismo se topó con una dura y fría realidad: el capitalismo.
En enero y la mayor parte de febrero, hubo pocas pruebas comunitarias en California, si es que hubo alguna.
Los CDC proporcionaron materiales de prueba sólo a algunos departamentos de salud, con restricciones que limitaron las pruebas y, por lo tanto, el seguimiento del nuevo coronavirus a aquellos que estaban enfermos o expuestos a alguien que ya tenía COVID-19. El enfoque de la agencia federal estaba en los cruceros, con el Diamond Princess de Princess Cruises que transportaba el grupo más grande conocido de COVID-19 fuera de China. El primer pasajero dio positivo por COVID-19 cinco días después de la partida del barco el 20 de enero desde Japón. Finalmente, 712 pasajeros y tripulantes dieron positivo y nueve de ellos murieron.
El COVID-19 reapareció en el Área de la Bahía hasta el 27 de febrero, cuando los médicos finalmente decidieron examinar a una mujer hospitalizada que había estado enferma por varias semanas. Se convirtió en el primer caso de coronavirus propagado en la comunidad.
Pero a partir de ahí, casi todas las pruebas positivas apuntaban hacia la propagación local. “Cuando los funcionarios de salud pública intentaron rastrear el inicio de la enfermedad... no pudimos encontrar, específicamente, un contacto”, reveló Smith a los supervisores del Condado. “Eso significa que el virus ya está en la comunidad, no como sospechaban los CDC, sólo en China y se contagiaba con el contacto con ese país”.
Los investigadores aún no están seguros de cuánto tiempo había permanecido el virus y ahora están recurriendo a bancos de sangre y otros depósitos para ver si los anticuerpos persistentes pueden mostrarles esa información. Un estudio financiado por los Institutos Nacionales de Salud está buscando anticuerpos contra virus en muestras de bancos de sangre en Los Ángeles, San Francisco y otras cuatro ciudades de todo el país.
El primer caso de propagación comunitaria del condado de Santa Clara también se convirtió en su primera muerte anunciada de COVID-19.
Azar Ahrabi, de 68 años, murió el 9 de marzo, la segunda muerte de COVID-19 en California, cinco días después de la primera. Durante las primeras semanas, el condado urbano que se encuentra en el corazón de Silicon Valley, hogar de la Universidad de Stanford y los gigantes tecnológicos Apple y Google, lideró a California en muertes por coronavirus.
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Los investigadores de salud dijeron que no podían encontrar ninguna fuente de infección en Ahrabi. Los miembros de su familia aseguraron que se quedaba principalmente en casa, cuidando a su madre. Rara vez conducía, y sólo iba a una tienda de comestibles local para comprar. Pero ella y su madre vivían en un complejo de apartamentos de Santa Clara en un vecindario con una alta densidad de residentes internacionales.
Los familiares precisaron que mostró signos de enfermedad a mediados de febrero. Durante más de una semana, sólo pensaron que su fiebre y su fatiga repentina podrían estar vinculadas a las horribles noticias de China.
El hijo de Ahrabi, Amir, relató que cuando su madre se registró en una sala de emergencias el 20 de febrero y le diagnosticaron una neumonía inespecífica, le recetaron antibióticos y la enviaron a casa. Al día siguiente, su médico la admitió en la unidad de cuidados intensivos.
Amir dijo que él le pidió que se hiciera la prueba de COVID-19, y los médicos le aseguraron que el departamento de salud del Condado no aprobaría la prueba. No cumplía ninguno de los criterios de calificación.
Nuevos estudios de la Universidad de Stanford y los CDC, tomados en conjunto, sugieren que el nuevo coronavirus se propagó rápidamente a través del Área de la Bahía.
El laboratorio de virología de Stanford, que examinó de forma retroactiva unas 2.800 muestras de pacientes recolectadas desde enero, no encontró los primeros casos de COVID-19 hasta finales de febrero, de dos pacientes que fueron examinados el 21 y el 23 de febrero. Ninguno de esos pacientes, señalan los investigadores en una carta publicada por el Journal of the American Medical Assn., habría cumplido los criterios existentes para la prueba COVID-19.
El Departamento de Salud Pública de California y los CDC no comenzaron la vigilancia comunitaria del COVID-19 en el condado de Santa Clara hasta el 5 de marzo. Se recogieron muestras de 226 pacientes con tos y fiebre que visitaron cuatro centros de atención urgente; 1 de cada 4 resultó tener gripe. El estado analizó muestras de un subconjunto de 79 pacientes sin gripe. Nueve de ellos tenían COVID-19.
El resultado sugirió que el 8% de las personas que ingresaban a los centros de atención de urgencias portaban el nuevo coronavirus, una tasa de infección que reflejaba el 5% en un centro médico de Los Ángeles, dijeron los CDC en un informe publicado el viernes.
Es posible que el coronavirus se haya extendido ampliamente por el Área de la Bahía en sólo dos semanas, consideró el Dr. Benjamin Pinsky, patólogo que dirigió el estudio de Stanford. Expuso que la clínica de virología de Stanford experimentó un aumento similar en los casos una vez que el gobierno federal lo autorizó a comenzar a realizar sus propias pruebas de COVID-19.
Pinsky dijo que la invisibilidad virtual de COVID-19 en febrero seguida de una tasa de infección del 8% dos semanas después “no es incompatible... Creo que todo encaja”.
El condado de Santa Clara actuó de inmediato en el muestreo local de los CDC. Dos días después de que finalizara el proyecto, junto con otros cinco condados del Área de la Bahía ordenaron a los residentes que se quedaran en sus hogares, y las escuelas y negocios no esenciales debían cerrar. Azar Ahrabi para entonces estaba muerta.
Lo que se anunció como un plan coordinado para ayudar a las personas sin hogar se ha convertido en un enfoque de retazos, frenando los esfuerzos cruciales durante la pandemia de coronavirus.
Amir dijo que ve a su madre en el lado cruel de la historia, enfermando antes de que los californianos estuvieran listos para buscar el virus que ya estaba en su presencia. Para su madre, esa comprensión llegó demasiado tarde.
La primera muerte confirmada de COVID-19 en California fue el 4 de marzo en el condado de Placer, reclamando la vida de un hombre de 71 años que recientemente había tomado un crucero mexicano. Un oficial médico del barco le dijo al Times que el hombre había desarrollado síntomas durante el viaje del 11 al 21 de febrero, sugiriendo que trajo el virus a bordo desde California.
Dos días después, el 6 de marzo, las autoridades de San José encontraron a un hombre de 70 años muerto en su casa. El médico forense del condado de Santa Clara determinó que el hombre dio positivo por COVID-19, según los registros proporcionados al Times. El descubrimiento de este segundo deceso nunca se anunció públicamente, y los funcionarios de salud del Condado no respondieron preguntas sobre el caso.
La investigación realizada por el Times mostró que vivía a menos de cuatro millas de Azar Ahrabi, esencialmente fuera de la misma carretera principal con una interestatal entre ellos.
El diagnóstico de Ahrabi no hizo mucha diferencia en su familia debido a su constante declive. La pusieron en coma inducido y la intubaron con un ventilador. A los miembros de la familia no se les permitió verla. El Condado los puso en cuarentena y cumplió una orden legal para respaldar eso.
Los médicos iniciaron una serie de tratamientos a Ahrabi, incluida una controvertida quinina sintética utilizada para tratar la malaria. Pero su hígado falló y su cuerpo rechazó el tratamiento de diálisis. El ventilador no podía suministrar suficiente oxígeno a través de sus pulmones ocluidos, y el hospital no tenía una máquina para infundir oxígeno directamente en su sangre.
“Ella esencialmente se sometió a pruebas una semana y media después de sus primeros síntomas, y algunos de los tratamientos que se propusieron podrían haber sido mucho más efectivos si se hubieran puesto en práctica desde varios días antes”, dijo Amir.
El condado de Santa Clara ordenó a Amir que se pusiera en cuarentena el día que tuvieron el resultado de la prueba de su madre, y nunca la volvió a ver viva.
Cuando ella murió, él se quedó en su departamento con su abuela, cuidando a la anciana sin decirle el destino de su hija. Sólo después de que se levantó la orden de cuarentena, cuando toda la familia pudo reunirse nuevamente, le dijeron que Azar Ahrabi había muerto.
La tradición iraní dicta que la familia lave su cuerpo y lo prepare para eventualmente regresar a su tierra, expuso Amir. En cambio, el departamento de salud del Condado requirió que la sellaran en una bolsa de plástico para enterrarla.
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