Comenzar la jornada escolar más tarde ayudará a los estudiantes a dormir lo necesario
Los legisladores de California votaron en agosto para prohibir que la mayoría de las escuelas de secundaria y preparatoria comiencen las clases antes de las 8:30 a.m. Una vez que el gobernador Jerry Brown firme para convertir esta propuesta en ley, las escuelas de todo el estado tendrán tres años para cumplir con ella.
Los patrocinadores de la legislación, el Proyecto de Ley Senatorial 328, citan acertadamente estudios que muestran la importancia del sueño para la salud y el desarrollo de los adolescentes, en un momento en que los niños estadounidenses enfrentan una creciente crisis de salud mental y un aumento en las tasas de suicidio.
Pero aunque retrasar los horarios de inicio permite que los adolescentes se despierten más tarde, la ley aún no aseguraría que obtengan el sueño y descanso fundamental para su salud mental. Es por eso que los legisladores deben considerar y regular la cantidad total de tiempo que se requiere para que los estudiantes realicen sus tareas escolares, tanto dentro como fuera del aula.
La mayoría de nosotros da por sentado que existen límites legales a la cantidad de tiempo que se les debe permitir trabajar a los adultos sin una compensación o protección especial. “Ocho horas para trabajar, ocho horas para descansar y ocho horas para lo que sea”, fue un grito de guerra de los sindicatos a principios del siglo XX.
Pero de alguna manera todavía no damos por sentado que las tareas escolares de nuestros hijos deberían estar sujetas a límites similares. La Ley de Normas Razonables de Trabajo estableció límites en el empleo de los niños, pero no en sus tareas escolares.
A raíz de la Revolución Industrial, se promulgaron leyes obligatorias de educación pública en los 52 estados, en gran medida como un esfuerzo para proteger a los niños de la explotación laboral. Liberados de los peligros físicos del trabajo en la fábrica, los niños fueron a la escuela para convertirse en ciudadanos estadounidenses letrados y miembros productivos de la fuerza de trabajo.
Un siglo después, la semana laboral de los estudiantes sigue sin estar regulada, y las escuelas tienen una capacidad ilimitada para aumentar la cantidad de trabajo académico que los alumnos deben hacer. Los niños y adolescentes asisten a la escuela un promedio de 25 días más al año que en la década de 1950, y un estudio de la Universidad de Michigan descubrió que los niños entre 6 y 17 años de edad pasan más de 7½ horas por semana más en el mundo académico que hace 20 años.
Este trabajo adicional no ha llevado a una mejora significativa en el rendimiento académico general. Los puntajes del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes de la nación han estado disminuyendo durante años. Tampoco se ha correlacionado con un aumento en la empleabilidad futura. Los puntajes del Torrance Test for Creative Thinking, que evalúa una de las cualidades que los empleadores más buscan, se han desplomado desde la década de 1990.
Al mismo tiempo, la importancia del tiempo no programado para los niños ha quedado bien establecida. La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, aprobada en 1989, reconoce los derechos de los niños “a descansar y al esparcimiento, a participar en juegos y actividades recreativas”. Estados Unidos es el único estado miembro de la ONU que no ha ratificado el tratado de los derechos del niño.
Los estados y los distritos escolares de Estados Unidos determinan el número de horas de instrucción que los niños y adolescentes estadounidenses tendrán en el aula. En la mayoría de las escuelas, el día comienza alrededor de las 8 a.m. y dura hasta las 3 p.m. Esto solo hace una semana laboral de casi 35 horas, sin contar las actividades extracurriculares y la tarea.
La Asociación Nacional de Educación proporciona recomendaciones sobre el tiempo dedicado a la tarea, pero al menos un estudio indica que la cantidad de tareas asignadas a los alumnos de primaria supera con creces los límites sugeridos. Una encuesta de 2014 de docentes estadounidenses descubrió que a los estudiantes de preparatoria se les asignan 17½ horas de tarea a la semana, o 3½ horas por noche.
El resultado de todo esto: para la mayoría de los alumnos en los Estados Unidos, la semana laboral a menudo excede las 40 horas, el límite de trabajo que establecemos para los adultos empleados.
Los niños deben tener la misma cantidad de tiempo para descansar y recargarse que los adultos, si no más. Además, no se les debería obligar a elegir entre el descanso que necesitan para una buena salud y el trabajo requerido para obtener buenas calificaciones. Ambos tendrán un fuerte impacto en sus perspectivas futuras.
Y, aunque los deberes y los desafíos son altos para todos los estudiantes, son aún mayores para las familias desfavorecidas, que a menudo necesitan cuidar a sus hermanos menores y trabajar después de la escuela además de sus otras responsabilidades.
Según un estudio reciente, solo el 15% de los adolescentes obtienen las 8 a 10 horas de sueño recomendadas en noches escolares. Los estudios sugieren que esto podría tener una serie de efectos nocivos, lo que hace que envejezcan más rápido y sean más susceptibles a las enfermedades en la edad adulta.
Demasiadas tareas escolares también reducen el tiempo esencial de juego. La ONU declaró la recreación un derecho para los niños por una buena razón. Es un contribuyente esencial para su salud física y mental, y les ayuda a desarrollar las habilidades sociales y de toma de decisiones que necesitan para alcanzar la plenitud y el éxito en el futuro.
Los niños merecen protección legal contra el trabajo escolar excesivo. Si creemos, como nos dice la ciencia, que el descanso y la recreación son fundamentales para la salud de los niños, debemos asegurarnos de que lo reciban.
Vicki Abeles es abogada y autora de “Beyond Measure: Rescuing an Overscheduled, Overtested, Underestimated Generation”. También es la directora de dos documentales, “Race to Nowhere” y “Beyond Measure”.
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