Médicos reportaron el exitoso trasplante de pene realizado a un veterano herido
Los médicos informan del éxito de un trasplante de pene para un veterano lesionado por un artefacto explosivo improvisado.
Después de la muerte, es quizá la lesión de combate más temida por los militares desplegados en Irak y Afganistán: una explosión que les arrebate los genitales.
Uno de esos guerreros heridos tuvo una verdadera oportunidad de renovar su salud y felicidad sexual, gracias a un trasplante de pene, escroto y pared abdominal inferior. La cirugía que también incluyó muchos de los nervios, músculos y vasos sanguíneos que sirven a esos órganos, fue descrita en la edición del jueves del New England Journal of Medicine.
El destinatario fue un joven militar que perdió su pene, escroto, ambos testículos y buena parte de sus dos piernas al pisar una bomba en una carretera de Afganistán.
La epidemia de sobredosis de drogas en Estados Unidos podría ofrecer un rayo de esperanza para los 120,000 estadounidenses que se encuentran en la lista de espera para un órgano donado.
Ahora, casi 19 meses después de su trasplante, el veterano puede orinar de pie sobre sus prótesis de piernas, y posee lo que sus médicos de la Facultad de Medicina Johns Hopkins describieron como un “fuerte chorro”. También tiene una sensación normal tanto en el cuerpo como en la punta de su nuevo pene, erecciones casi normales, y puede alcanzar el orgasmo.
Durante el resto de su vida, el hombre seguramente tomará medicamentos para evitar el rechazo del trasplante, lo cual lo hará más vulnerable a las infecciones, a problemas renales y a ciertos tipos de cáncer. Por otra parte, no podrá engendrar hijos biológicos: por una consideración ética se impidió el trasplante de testículos, que habrían generado semen con el ADN del donante fallecido.
Amarrada a un respirador en un hospital de Manhattan, Miriam Holman, de 21 años, moriría sin un trasplante de pulmón.
Aún así, para un joven cuyas lesiones eran demasiado extensas para una cirugía reconstructiva convencional, tener un apéndice externo que se siente y funciona como propio “es muy importante”, remarcó el Dr. Richard Redett, el cirujano especializado que dirigió a un equipo de aproximadamente 35 profesionales médicos en la operación, de 14 horas de duración.
En el informe, Redett y su equipo escribieron que el militar -cuyo nombre no se dio a conocer- informó que “se siente completo” nuevamente. El hombre sigue viviendo por su cuenta y ha regresado a la escuela a tiempo completo.
Está “muy satisfecho con el trasplante y las implicaciones que conlleva para su futuro”, concluyó el equipo médico.
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El caso es el cuarto trasplante de pene exitoso de un donante a un paciente que ha perdido el suyo debido a una enfermedad o lesión, aunque es, por lejos, el más complicado concretado hasta la fecha. La intervención se realizó en Baltimore, en marzo de 2018, y estuvo a cargo de un equipo que empujó los límites para los trasplantes de tejidos blandos, como manos y caras.
“Este es un verdadero salto cuántico”, reflexionó el Dr. Curtis Cetrulo, cirujano de trasplantes en el Hospital General de Massachusetts, quien lideró el grupo que realizó el primer trasplante de pene en Estados Unidos, en 2016.
Para restaurar los genitales externos de este veterano, explicó Cetrulo, el equipo de Hopkins se basó en el conocimiento obtenido no sólo de los primeros tres trasplantes de pene anteriores, sino de aproximadamente 100 reemplazos de mano y 140 de rostro.
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Cada uno de estos procedimientos generó información importante sobre cómo conectar vasos sanguíneos más estrechos que el diámetro de una pestaña humana, sobre cuánto tardan en regenerarse los nervios y sobre qué se necesita para evitar el rechazo de los tejidos blandos, explicó Cetrulo.
Redett comentó que su equipo pasó cerca de cinco años sentando las bases para la operación. En cadáveres humanos y en ratas, practicaron el delicado trabajo de fusionar nervios, arterias y tejidos que normalmente se encogerían con los instrumentos quirúrgicos de acero frío. Investigaron qué partes de este complejo anatómico eran más propensas al rechazo por parte del sistema inmune (resultó ser la uretra) y cómo ello se podía detectar y prevenir rápidamente. “Aprendimos mucho” del trabajo de Cetrulo y de dos trasplantes de pene realizados por un equipo en Sudáfrica, afirmó Redett.
El veterano los contactó con la idea de una reconstrucción convencional del pene. En esos casos, los cirujanos crean un “neofalo”, a partir de grasa y piel extraída del antebrazo o el muslo. Después de incorporar una bomba para facilitar la erección, los cirujanos reconstructivos unen el pene a la uretra, los vasos sanguíneos y nervios existentes.
Pero Redett expuso que el grado de las lesiones de este paciente hacía imposible ese enfoque. En lugar de ello, él y sus colegas se dieron cuenta de que tenían un candidato físico y psicológicamente sólido para realizar un procedimiento experimental que exigiría el cumplimiento meticuloso de un régimen de medicamentos de por vida.
El plan se puso en acción un sábado, a fines de marzo del año pasado, mientras otro joven que compartía el tipo de sangre y el tono de piel del veterano yacía en una habitación de hospital debatiendo entre la vida y la muerte. Un equipo de obtención de órganos se acercó a los familiares desconsolados del joven, para indagar sobre la donación de los genitales de su pariente. “Es muy difícil pedirle a la familia una cara, o un pene”, reconoció Redett. Pero a menudo, dijo, si hay una conexión entre el donante y el receptor, por ejemplo profesiones, pasatiempos o servicio militar compartidos, la familia acepta (los familiares del donante desearon permanecer en el anonimato y no discutir su decisión).
El lunes posterior por la mañana, el equipo de Redett, incluidos cirujanos microvasculares, urólogos, especialistas en trasplantes, anestesiólogos y un ejército de ayudantes expertos, trabajó para fusionar el conjunto de órganos externos al joven paciente.
Las décadas de conflicto en Irak y Afganistán han producido una generación de militares cuyos órganos reproductores se vieron comprometidos por artefactos explosivos improvisados.
Un estudio de 2017 realizado para el Pentágono halló que, entre octubre de 2001 y agosto de 2013, 1.367 militares sufrieron heridas genitourinarias, consideradas “graves” para más de un tercio de ellos. Unas 423 lesiones involucraron el pene, 451 los testículos y 760 -más de la mitad- involucraron el escroto.
Estas lesiones necesitan más atención para identificar “tratamientos novedosos que mejoren la función sexual, urinaria y/o reproductiva”, escribieron los autores del estudio, pertenecientes al Instituto de Investigación Quirúrgica del Ejército de EE.UU y el Centro Médico Militar de San Antonio. La función sexual y urinaria es importante para los hombres, y “no han sido parte del repertorio de politraumatismos”.
En conflictos anteriores, la mayoría de estos hombres no habrían sobrevivido al trauma infligido en el campo de batalla. Pero la armadura corporal que protege el pecho y la sección media del cuerpo de un soldado de infantería, así como la atención médica de emergencia y las prácticas de evacuación más rápidas y efectivas, lograron que muchos de esos hombres regresaran a casa para lidiar con lesiones que les cambian la vida.
Sin embargo, en los conflictos sigue existiendo el temor a tales lesiones. “Muchos soldados que hemos evaluado por heridas nos han dicho que lo primero que hacen es buscar a ver si han perdido sus genitales. Luego intentan tocar sus piernas”, relató Redett.
El impacto de tales lesiones en la fertilidad de los militares que regresan a casa ha estimulado el Wounded Warrior Project (Proyecto Guerrero Herido), para que el Congreso y el Departamento de Asuntos de los Veteranos pongan a disposición fondos para tratamientos de fertilidad dirigidos a los miembros del servicio afectados. Esos esfuerzos tuvieron éxito en 2017.
La organización “se siente alentada por los resultados que logró el Centro Médico Johns Hopkins”.
Las lesiones causadas en las extremidades inferiores por explosivos improvisados “son, desafortunadamente, bastante comunes para los veteranos heridos que sirvieron en Irak y Afganistán”, remarcó el grupo en un comunicado.
El Departamento de Asuntos de Veteranos cubre el costo de la reconstrucción convencional del pene. Pero los trasplantes siguen siendo altamente experimentales y, para muchos receptores potenciales, conllevan riesgos que son difíciles de justificar en un tratamiento que no salva una vida. Según Redett, Johns Hopkins financió la cirugía y la investigación previa, y el Departamento de Asuntos de Veteranos absorberá el costo del medicamento contra el rechazo durante toda la vida del paciente.
Después de la curación de sus heridas iniciales, se logró salvar un remanente de tejido peneano del sujeto, de 1.5 centímetros de largo, con una uretra. Su pared abdominal inferior también había sido arrasada por el dispositivo. Tenía un tejido cicatricial extenso, y muchos de los vasos sanguíneos que normalmente llevan sangre al pene habían desaparecido o estaban inutilizados.
Como parte del trasplante, Redett destacó que los cirujanos reutilizaron las arterias del área del estómago, que normalmente suministran sangre a los músculos abdominales.
En los meses posteriores a su cirugía, un sólo episodio de rechazo fue fácilmente tratado con esteroides tópicos y Tacrolimus, la única medicación antirrechazo que toma el paciente.
En general, se cree que la proliferación de las terminaciones nerviosas que hacen que el pene sea extremadamente sensible comienza a reactivarse sólo después de un mes, y avanzan hacia la piel a un ritmo de un milímetro por día.
Para el joven militar, ese proceso puede haber mejorado gracias a un feliz accidente: Tacrolimus, la droga contra el rechazo, impulsa la regeneración nerviosa a toda marcha. En unos pocos meses, el paciente informó tener sensaciones en su nuevo pene, y su recuperación continua “ha superado las expectativas” de los médicos, tal como dijo Redett.
Para Cetrulo, la renovación de la sensación en los tejidos blandos trasplantados sigue sorprendiendo a los doctores. Tres años después de un trasplante de pene, su propio paciente sigue progresando. Las personas con manos trasplantadas informan saltos en la sensibilidad hasta cinco años después de la cirugía. “Estamos en aguas desconocidas”, reflexionó Cetrulo. “Hay que evitar las suposiciones”.
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