Respaldo: Joe Biden es el adecuado para estos tiempos polarizados, no es ‘cualquiera contra Trump’
La elección presidencial de este año coloca a los votantes con la opción con más consecuencias que han enfrentado en décadas, y para muchos, en toda su vida: entre un titular que ha provocado la división y de tendencia autoritaria y un patriota experimentado que aporta no sólo cinco décadas de experiencia, capacidad y compromiso con los valores estadounidenses, sino también de ideas audaces en un momento de crisis nacional. Es nada menos que la salud de nuestra democracia constitucional la que está en juego.
Tan marcado es el contraste entre Donald Trump y Joe Biden que nos sentimos obligados a anunciar nuestro apoyo al candidato demócrata y a su compañera de fórmula, la senadora Kamala Harris de California ahora, en lo que es el comienzo de la campaña de otoño y antes de que los candidatos participen en los debates televisados. Observaremos esos intercambios de ideas con interés, pero es improbable que nada de lo que se diga en el escenario del debate cierre la enorme brecha de aptitud entre los dos candidatos.
A los lectores habituales de esta página editorial no les sorprenderá que consideremos que la reelección de este presidente sería una calamidad. Las numerosas falsedades de Trump, el avivamiento de las divisiones raciales que ha hecho, su incapacidad para distinguir entre el interés nacional y sus intereses personales, y su intento de montar una falsa y peligrosa narrativa sobre “anarquía y caos” para conseguir su reelección, requieren el repudio de los votantes. Ha aplicado políticas en el país y en el extranjero que han perjudicado a los trabajadores estadounidenses, exacerbado la desigualdad, debilitado a Estados Unidos y tensado la relación con los aliados de EE.UU. Incluso las acciones que pueden ser defendidas - como su apoyo a una modesta reforma de la justicia penal o su intento de negociar un acuerdo con Corea del Norte sobre su programa de armas nucleares - se han visto empañadas por afirmaciones exageradas o por una ejecución poco profesional.
El historial de Trump justifica fácilmente una posición de “cualquiera menos Trump”. Pero Biden no sólo es preferible al ahora mandatario; en muchos aspectos es la antítesis de Trump.
Biden tiene un historial de buscar el consejo de expertos y de escucharlos. Los progresistas pueden tener problemas con la elección que ha hecho de sus asesores, muchos de los cuales son figuras del ‘establishment’ (sistema) político que ha conocido durante años. Pero claramente tiene un nivel de respeto por los datos, la ciencia y la investigación que el titular no tiene. En una carta abierta apoyando a Biden, 81 ganadores del Premio Nobel de Química, Física y Medicina de EE.UU, expresaron: “En ningún momento de la historia de nuestra nación ha habido una mayor necesidad de que nuestros líderes aprecien el valor de la ciencia en la formulación de las políticas públicas”.
Temperamentalmente, también, Biden parece ser la persona ideal para este momento de gran polarización. Una famosa figura empática - perdió a su esposa e hija en un accidente automovilístico poco después de que Delaware lo eligiera por primera vez para el Senado en 1972 – que practica el civismo, defiende el compromiso y busca la unidad en un país que Trump ha dividido con una cacofonía de distracciones de guerra cultural. El contraste entre los discursos de uno y otro aceptando la candidatura de sus partidos no podía ser más pronunciado. Biden hizo un llamado a los estadounidenses a unirse, mientras que Trump promovió el miedo y el odio dentro del país.
Escuchar la ciencia que valida el cambio climático, reparar la infraestructura, revisar la política de inmigración, reformar la financiación de las campañas - son tareas urgentes para el gobierno federal, sin embargo, la actual administración las ha ignorado. Biden haría del cambio climático y la energía limpia características centrales de su enfoque para mejorar la economía, reconociendo la amenaza existencial que representa la industria de los combustibles fósiles.
Biden también ha prometido liderazgo en la lucha contra la pandemia COVID-19, una crisis que Trump ha gestionado mal, y que ha costado cientos de miles de vidas estadounidenses. El exvicepresidente reconoce que necesitamos cooperación internacional y dirección nacional porque el coronavirus no reconoce fronteras. Trump ha puesto su reelección en primer lugar, instruyendo a las agencias federales para que acomoden sus políticas a su política; Biden promete poner la ciencia en primer lugar. Y en lugar de pretender que la economía del país está volviendo a crecer, Biden ha prometido continuar enviando recursos federales a las pequeñas empresas, a los trabajadores desempleados y a otros afectados por la recesión.
Resarcir el daño hecho por Trump será esencial, pero no es suficiente. La pandemia ha revelado las desigualdades raciales y económicas que han crecido durante mucho tiempo. Mientras tanto, las protestas que siguieron a la muerte de George Floyd en Minneapolis bajo custodia de la policía y otros ejemplos de brutalidad policial, han inspirado una conversación nacional sobre las desigualdades raciales que exige una acción contundente por parte del próximo presidente y el Congreso.
Biden, a pesar de su historial en el centro del espectro político, parece darse cuenta de que debemos adoptar iniciativas audaces para reducir las disparidades raciales y económicas que durante mucho tiempo no se han abordado. Ha prometido promover la igualdad racial a través de una gama de programas, desde la vivienda a las adquisiciones federales, a la formación laboral y la agricultura. No pidió la reparación a los afroamericanos en su propuesta de equidad racial, pero está abierto a estudiar la idea.
Si antes de la pandemia no era obvio que el sistema de salud estaba construido sobre cimientos muy frágiles, ahora es devastadoramente claro. Biden reconoce eso. Aunque no ha adoptado el enfoque de “Medicare para todos” defendido por el senador Bernie Sanders - que ganó las primarias demócratas de California - Biden ofrece un camino en la política de salud, que es una brusca ruptura con respecto a los últimos cuatro años, al tiempo que permite la continuidad para los más de 150 millones de estadounidenses que tienen seguro médico patrocinado por el empleador.
El plan de Biden extendería una cobertura asequible y completa a millones de personas más, al poner un plan de seguro público como Medicare a disposición de los no asegurados, con subsidios para aquellos con ingresos bajos y moderados. Casi todas las medidas que Trump ha tomado en este tema han aumentado el costo de la cobertura integral, debilitado las protecciones para los individuos con afecciones preexistentes y expuesto a la gente a más riesgos en busca de costos más bajos.
Asimismo, en cuanto a la política fiscal y económica, Biden ha prometido buscar la derogación de la mayoría de los recortes fiscales promulgados durante la administración de Trump y perseguir un aumento de la tasa del impuesto de sociedades hasta el 28%. Esperamos que si es elegido abogará por medidas aún más ambiciosas para reducir las enormes disparidades de riqueza e ingresos en esta sociedad, algunas de ellas consecuencia directa de un racismo arraigado, aunque otras, resultado de la fe ciega en las virtudes del capitalismo sin restricciones.
En la escena internacional, Biden ha expresado su apoyo a mejorar la alianza con la OTAN, por la que Trump ha mostrado tanto desprecio, reincorporándose al acuerdo internacional que ponía límites al programa nuclear de Irán si esa nación volvía a cumplirlo, y volviendo al acuerdo de París sobre el cambio climático, al tiempo que trata de persuadir a todas las naciones de que aceleren sus esfuerzos para hacer frente a ese desafío.
Al tratar con Rusia, Biden no se dejará cegar por el punto ciego que ha impedido a Trump enfrentarse a Vladimir Putin por la intromisión rusa en las últimas elecciones de Estados Unidos y otros actos hostiles. Y aunque Biden, como Trump, ha sido crítico de China, cree que puede contrarrestar la agresividad de Pekín y sus violaciones de los derechos humanos sin provocar una guerra fría. Por último, aunque Biden ha alabado las relaciones más cálidas entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos – un acuerdo alentado por la administración Trump - una administración Biden sería mucho más probable que presionara por un acuerdo en el que un Estado palestino coexistiera con Israel, como un requisito previo para una paz duradera en la región.
Docenas de funcionarios de seguridad nacional republicanos han respaldado a Biden, poniendo a la nación por encima del partido y declarando que el exvicepresidente “restaurará la dignidad de la presidencia, unirá a los estadounidenses, reafirmará el papel de Estados Unidos como líder mundial e inspirará a nuestra nación para que esté a la altura de sus ideales”.
Trump y sus aliados quieren hacerte creer que Biden está muy disminuido por la edad como para manejar las demandas de la presidencia. Se aferran a sus frecuentes desatinos verbales y tropiezos como síntomas de decadencia, como si el titular no fuera el presidente menos elocuente de la historia moderna. El problema de Biden es lo que dice cuando formula una frase; el problema de Trump es lo que dice cuando expresa lo que piensa.
Si Biden es elegido, se enfrentará a desafíos como ningún otro presidente desde Franklin D. Roosevelt. Necesitará ideas política audaces y el apoyo de aliados en el Congreso para impulsar una agenda legislativa. Biden tendrá que asumir un trabajo más grande que cualquier persona, o cualquier generación: restaurar la confianza en las instituciones americanas. Tal confianza se ha ido erosionando constantemente desde los años 70, y revertirla será esencial para renovar la democracia americana y resistir el deslizamiento hacia el autoritarismo que pone en peligro hoy en día, a tantas democracias alrededor del mundo.
En esta época de profunda división, hacemos este respaldo con humildad, reconociendo que la hiperpolarización ha logrado victorias arrolladoras y casi impensables como las de Dwight D. Eisenhower, Lyndon B. Johnson y Ronald Reagan.
Trump ha avivado las tensiones raciales, ha contado un sinfín de mentiras, ha llevado a cabo una campaña basada en el agravio y el resentimiento, y se ha presentado como defensor del Estados Unidos cristiano y blanco. Muchos de los que lo apoyan habitan en un silo de información compuesto por Fox News y la radio de la extrema derecha y manipulado por los algoritmos de los medios sociales.
Otros pueden simplemente estar ansiosos por ver bajar los impuestos y que se recorten algunas de las regulaciones. Tal vez temen el declive americano; sienten que la sociedad está cambiando demasiado rápido; creen que la clase política ha sido muy complaciente con China; o trabajan en una industria que Trump ha favorecido, como la exploración de energía. Pueden temer que los mercados comiencen otra caída, o que los niveles de empleo anteriores a la crisis no regresen. Biden tendrá que salir adelante en debates muy intensos sobre el clima, el comercio e inmigración, si es que quiere hacer avanzar al país.
Estamos seguros de que puede hacerlo. Para sorpresa de partidarios y detractores, Biden, un centrista de 77 años, elegido por primera vez para un cargo federal hace 48 años, ha montado una campaña disciplinada. Está dispuesto a arrebatar la Casa Blanca a un titular inepto, pero también a llevar a la nación en una dirección progresista. Apoyamos con entusiasmo su elección.
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