Este señor no es ningún novato, y verlo en vivo sirve en parte para comprobarlo. Más allá de su edad (está a punto de cumplir los 75), ha tenido un estilo de vida particularmente agitado que no puede ser ajeno a los males de salud que ha sufrido en los últimos años, y que, entre otras cosas, lo llevaron a dejar la cocaína, que consumía con entusiasmo hasta hace cerca de dos décadas, y que él mismo afirma extrañar con locura.
No debe sorprender entonces que actúe ahora sentado y que su voz, que ha sido siempre ronca, resulte en estos días más áspera que nunca, sin haber perdido por ello su increíble nivel de expresividad. Pero Joaquin Sabina es mucho, mucho más que un artista que vivió tiempos mejores y que se empeña en seguir ofreciendo conciertos para ganarse la vida.
Se trata, en realidad, de uno de los cantautores más eminentes de la música contemporánea en español, aunque su posicionamiento geográfico haya hecho que no todos en Latinoamérica estén realmente familiarizados con su obra y que se hayan cometido diversos exabruptos cuando es mencionado por allá, como sucedió cuando se decía que “[Ricardo] Arjona es el Sabina guatemalteco” o, peor aún, que “Sabina es el Arjona español”.
Pero no estamos aquí para analizar las cualidades o las carencias del autor de “Señora de las cuatro décadas”, sino para hablar del concierto ofrecido por el europeo la noche del miércoles pasado en el YouTube Theater de Inglewood como parte de una gira que se llama “Contra todo pronóstico”, y que marca su regreso tras la aparatosa caída que tuvo durante un concierto efectuado en Madrid,en febrero de 2020.
Si hay algo que distingue a Sabina es la calidad de sus letras, marcadas por sus estudios académicos de filología y por una temprana afición por la lectura que lo llevó a rendirse ante los poemas del peruano César Vallejo y el chileno Pablo Neruda, entre muchos otros. Claro que hay ciertos desacuerdos en relación a la maestría de sus letras; los devotos de siempre las encuentran impecables, pero hay otros que no están de acuerdo.
A fin de cuentas, Sabina es un artista de pop que tiene que adaptar lo que escribe a unas composiciones musicales que se distinguen por su sencillez, y que posee, ante todo, una gran habilidad para la rima, aunque esta no sea siempre sinónimo de genialidad.
En cierto momento del concierto , por ejemplo, improvisó una líneas habladas que pretendían ser un poema dedicado a la actual gira, que incluían una mención a L.A. (pronunciada ‘elei’) y que no nos deslumbraron, pese a que fueron de lo más simpáticas.
Y es que el andaluz ha sido y sigue siendo precisamente eso: un tipo carismático, bohemio y conversador que no ha perdido sus condiciones para la seducción, incluso cuando tuvo que ofrecer casi toda la presentación sentado, mientras llevaba una guitarra de palo a cuestas.
Sabina es también un creador profundamente inspirado por sus experiencias de vida y por una irreverencia que le da un sentido muy particular a unas canciones de amor que constituyen una parte esencial de su repertorio, pero que no resultan por ello complacientes debido a su representación de personajes que se encuentran en los márgenes de la sociedad e incluso fuera de la ley.
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Pese a que ha reconocido en diversas ocasiones los errores que cometió en el pasado, el oriundo de Úbeda se vio involucrado durante su juventud en actividades abiertamente sediciosas (lanzó un cóctel molotov contra un banco en medio de la dictadura franquista) y alojó en su casa de Londres a miembros del grupo terrorista ETA (con el que marcó una distancia absoluta más adelante). Después de eso, y ya antes de convertirse en un artista famoso, mantuvo una posición de izquierda mucho más moderada.
Sea como sea, estas experiencias se plasmaron de un modo u otro en composiciones que figuraron en el recinto de Inglewood, empezando por “Cuando era más joven”, que sigue siendo una de sus piezas más celebradas y que, curiosamente, abrió los trámites sobre el escenario. Pese a la amabilidad irresistible de su melodía y a la accesibilidad de su estructura musical, la canción habla de clandestinidad, de rebeldía y de rechazo a la autoridad.
Por otro lado, “Una canción para la Magdalena”, que fue también de la partida, es un inequívoco homenaje a las prostitutas, a las “malas compañías” y a la vida nocturna en general, arropado por unos amables acordes acústicos que, en otras manos, se prestarían para la cursilería.
Sabina tiene una relación estrecha con México, y esto se manifestó tempranamente durante la interpretación de “Por el bulevar de los sueños rotos”, una pieza que se hizo específicamente en homenaje a la legendaria cantante Chavela Vargas, de origen costarricense pero de filiación definitivamente mexicana, y que menciona también con devoción al eminente compositor guanajuatense José Alfredo Jiménez.
La influencia de la música mexicana se hizo incluso más evidente cerca del cierre del espectáculo con “Noches de boda”, una ranchera hecha y derecha que fue acompañada en las pantallas gigantes por imágenes virtuales de tejidos que reproducían los colores presentes en la bandera del país vecino.
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Como era de esperarse, la audiencia, que llenó todas las butacas del inmueble angelino y que estaba mayormente conformada por personas mayores -, festejó con entusiasmo estas interpretaciones. De hecho, Sabina quedó sorprendido desde el inicio de la presentación ante la convocatoria que había logrado, lo que lo llevó a afirmar lo siguiente: “Yo pensaba que las ciudades de Estados Unidos eran muy frías, pero veo que no es así”.
Eso no fue todo. En cierto momento, el público entero se puso de pie para aplaudir y corear su nombre sin pausa, impresionando con ello al cantautor, que se levantó igualmente para agradecer el gesto y disfrutar de un saludo que se extendió a lo largo de varios minutos. Estaba claro que no se lo esperaba.
Tampoco faltó en el repertorio el exitoso sencillo que grabó al lado del legendario rockero argentino Fito Páez, “Llueve sobre mojado”, y que formó parte de un álbum igualmente compartido, “Enemigos íntimos” (1998). Pese a que los fuertes desacuerdos entre los ídolos que se suscitaron en el proceso de grabación condujeron a una enemistad que impidió la realización de una gira, la música que ambos hicieron no pasó desapercibida.
“Llueve sobre mojado”, un agradable tema de pop rock respaldado por incursiones de R&B, se escuchó de manera insistente en las radioemisoras de Latinoamérica y de España, y sigue siendo irremplazable en las fiestas donde se le da cabida al rock en español.
Cada persona que acude a un show de Sabina y que haya seguido de algún modo su carrera tiene una canción favorita que espera escuchar, por supuesto. En mi caso, se trató de “Princesa”, una balada rockera que habla del amor imposible por una dama irresistible, pero irremediablemente entregada a los vicios.
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Lamentablemente, en este escenario, la inolvidable pieza sufrió una transformación de ritmo que la llevó a convertirse en una rocanrol acelerado, perdiendo con ello su carácter melancólico, que me parece esencial. En contraparte, la entusiasta versión mostró a los músicos en su mejor momento, cargados de energía y plenamente entregados a la faena.
Fueron dos noches de concierto y un mismo sentimiento de añoranza por una blanca Navidad
Nov. 20, 2023
El pop de tinte internacional y el rock de sabor clasico no fueron los únicos géneros que se infiltraron en las interpretaciones. “19 días y 500 noches” asumió unos aires de rumba flamenca que la volvieron tan festiva como bailable, mientras que la excepcional “Peces de ciudad” combinó elementos del rock progresivo y de la trova para ofrecer un resultado que no dejaba de recordar a Bob Dylan (considerado por el español como el músico que más lo ha influenciado al lado de Leonard Cohen).
Por otro lado, Barros hizo gala de su privilegiado registro vocal durante la presentación de “Y sin embargo te quiero”, una desgarradora composición flamenca que no pertenece a Sabina, sino que fue creada a fines de los años ‘40 por el reconocido trío de autores Quintero, León y Quiroga.
“Y sin embargo te quiero” llegó entrelazada con “Y sin embargo”, una de las obras más celebradas del protagonista de la noche debido a la creatividad que tiene para contar un historia en la que se mezclan el amor obsesivo con la deslealtad y las incertidumbres, y que, para nosotros, suena a veces como uno de los temas lentos de Dire Straits.
Los conciertos de este tour se han prolongado por más de dos horas, y el del YouTube Theater no fue una excepción. Esto sorprende particularmente en vista de que no estamos frente a un artista joven o de uno que se encuentre en las mejores condiciones físicas.
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Hay un pequeño truco por aquí, claro; en ciertas partes del show, Sabina se retira de la tarima y deja que los integrantes de su banda se encarguen por completo de las partes vocales, como sucedió por ejemplo con “Yo quiero ser una chica Almodóvar” (que dejó en manos de su corista Mara Barros) y “La canción más hermosa del mundo” (encomendada a su director musical y tecladista Antonio García de Diego).
Pero estos fueron solo interludios breves que no le quitaron mérito alguno a los esfuerzos y a la dedicación del protagonista de la velada, quien dejó plenamente satisfechos a quienes habían acudido a la cita y que no dudarían probablemente en verlo de nuevo.
Escribe artículos de entretenimiento en Los Angeles Times en Español y lo hizo anteriormente en todas las ediciones impresas de HOY Los Ángeles. Previamente, trabajó como colaborador con el diario La Opinión. Inició su carrera periodística como redactor y luego editor del suplemento de entretenimiento “Visto & Bueno”, publicado por el diario El Comercio de Lima, donde hacía también críticas de cine.