El Hollywood Forever celebró así el Día de los Muertos 2021
Tras la inevitable cancelación del evento que debía haberse realizado el 2020, el Día de los Muertos que se viene haciendo desde hace más de dos décadas en el cementerio Hollywood Forever retomó sus actividades el domingo pasado con dos celebraciones: una diurna y otra nocturna.
Como era de esperarse, la segunda, que se inició a las 5 p.m. y concluyó cerca de la medianoche (y que fue a la que asistimos), fue la más vistosa, sobre todo porque el cartel de artistas adquirió visos mucho más internacionales con la participación de la vocalista chilena radicada en México Mon Laferte, el grupo capitalino de rock ‘indie’ Little Jesus y la cantante oaxaqueña trasplantada a CDMX (y luego a L.A.) Flor Amargo.
Pese a la atractiva programación, el festejo de este año no fue igual al de los periodos inmediatamente anteriores, debido a unas limitaciones de aforo que implicaron precios de entrada mucho mayores y que se plasmaron en la reducción de escenarios (solo hubo tres, cuando recordamos haber estado en muchos más) y una presencia mucho más limitada de esos espectaculares altares que han sido sin duda el agregado visual más valioso del evento.
Por lado positivo, la asistencia de público fue mucho menor y se pudo caminar sin mayores problemas en los pasillos, algo que no había sucedido en mucho tiempo y que hizo que se sintiera razonablemente seguro estar allí (a excepción de la exhibición de arte en la Catedral, que tratamos de evitar, todo se hizo al aire libre). Al menos hasta el momento previo a la presentación de Laferte, quien sí convocó a una multitud que, sin ser inmensa, era sumamente generosa, sobre todo en el área que rodeaba al escenario principal, que es donde actuó.
Desde allí, la artista, que ya da muestras físicas de su reciente embarazo (lo mencionó al decir que no podía bailar mucho debido a su “panza”) y que no llevó ningún atuendo enfocado en la festividad, volvió a probar que tiene una de las voces más privilegiadas de la música contemporánea actual y que es capaz de ofrecer esa clase de interpretaciones realmente intensas que le ponen a uno la carne de gallina, extendidas ahora a un segmento de su repertorio en el que incluye varias de las piezas propias que compuso para su penúltimo álbum “Seis”, dedicado casi en su totalidad a la música mexicana tradicional.
Al inicio de ese mismo segmento, Laferte invitó a la tarima a Flor de Toloache, el renombrado mariachi femenino de Nueva York, mientras entonaba “Que se sepa nuestro amor” -canción que grabó a dúo con Alejandro Fernández- y “Amigos simplemente”. Después de eso, remató el apartado con una contundente versión de su arrebatador bolero “Se me va a quemar el corazón”; y al inicio del set, ofreció “La mujer”, el dueto con Gloria Trevi que viene en el mismo disco, pero que toma rumbos musicales de pop ‘retro’.
La chilena Mon Laferte se encuentra radicada en México desde hace varios años, y fue allí donde logró desarrollar una carrera internacional que la ha convertido en una de las artistas favoritas de quienes gustan de una propuesta que salta constantemente de lo ‘indie’ a lo ‘mainstream’ y que hace lo mismo con los géneros musicales.
Tampoco faltaron temas más movidos, como la cumbia “Amárrame”; pero, en lo que a nosotros respecta, sus mejores esfuerzos siguen llegando de la mano de las composiciones lentas enmarcadas en terrenos del blues y del soul (con matices latinos) que tan bien sabe hacer, y que esa noche, fueron representadas por las estupendas “Aunque te mueras por volver”, “Mi buen amor” y “Tormento”.
Se trató, en suma, de una excelente intervención, aunque esperábamos poder escuchar al menos un tema procedente de “1940 Carmen”, la producción que lanzó el viernes pasado y que la encuentra incursionando por primera vez en la creación de letras en inglés.
Después de Laferte, nuestro interés primordial era ver a Amargo, que no es monedita de oro y tiene muchos detractores debido a su extravagante conducta y sus peculiares presentaciones en vivo, pero que bajo nuestro concepto es una mujer inmensamente talentosa y creativa que, además de ser tremendamente prolífica, se atreve a ofrecer cosas distintas en cada una de sus presentaciones pese al riesgo que ello implica.
De ese modo, el set de este domingo (que no fue presentado en el escenario principal, sino en uno mucho más chico, llamado Fandango en su Esplendor) fue muy diferente al que vimos durante el show que ofreció en el Levitt Pavilion del Parque MacAthur hace un par de meses, no solo en lo que respecta a los músicos (esa vez tuvo a una banda completa, y ahora a un percusionista, un intérprete de un instrumento de cuerdas y una persona que tocaba unos curiosos tubos de plástico) sino también en lo que tiene que ver con el repertorio, hasta el punto de que solo reconocimos dos temas: “Otros labios”, una cumbia sobre violencia doméstica que ahora tuvo aires de polka y que se aceleró de manera inesperada, y “Tiempo”, una optimista pieza de pop de lo más agradable.
Pero eso mismo hizo que resultara especialmente interesante enfrentarse a canciones tan nuevas y tan impactantes para nosotros como “La canción del inmigrante”, que conmovió a más de uno de los presentes con su letra, dedicada a quienes extrañan profundamente a sus familias y a sus amigos de siempre por tener que vivir aquí; y es que, por más ‘rara’ que se la pueda considerar (ella misma celebra el seudónimo de “La Loca del Metro” y hace gestos extraños mientras canta), la cantante, pianista y hasta ‘rapera’ tiene una voz impresionante que resulta increíblemente expresiva, así como un manejo de escena que ya quisieran tener la mayoría de sus contemporáneos.
Verla en acción evitó que disfrutáramos del repertorio completo de Little Jesus, que iba a actuar en el escenario principal supuestamente antes que ella pero que vio retrasados los trámites por más de media hora debido al atraso de la agrupación anterior y a sus propios deseos de perfeccionismo en la preparación escénica.
Los oriundos de CDMX han estado ya otras veces por aquí, pero verlos en condiciones tan buenas (porque, sí, lograron obtener un excelente sonido) resultó ideal para notar el valor de una propuesta que no convence del todo en el plano vocal, pero que se muestra musicalmente diversa y alcanza frecuentemente intensidades de lo más rockeras, como sucedió durante el emblemático corte “Los Ángeles, California”, que no podría haber sido más propicio.
Más temprano, el escenario El Fangando en su Esplendor nos permitió volver a ver a Angel MG, una joven artista local que parece tener nombre de ‘rapera’ pero que es en realidad una dedicada intérprete de música tradicional (estuvo acompañada por un flautista, un percusionista y un arpista) con estudios de canto clásico, y que además de tener que lidiar con los esfuerzos interpretativos, debía mantenerse siempre en guardia para mantener el enorme y fabuloso penacho que llevaba sobre la cabeza, porque ella sí estaba disfrazada.
Por otro lado, el escenario Azteca, ubicado en medio del lago que se encuentra en la zona central del cementerio, albergó no a intérpretes musicales, sino a danzantes, entre los que figuraron evidentemente los que uno imagina de inmediato en circunstancias así -llenos de plumas coloridas-, pero también expresiones más íntimas, como las de un grupo de mujeres con ademanes suaves que eran acompañadas por los sonidos de una orquesta de pueblo.
Los trajes también fueron lucidos por los asistentes, aunque el maquillaje se encontraba definitivamente en menor medida que en otras ocasiones (¿será que ya no querían gastar más luego de la costosa entrada y el hecho de que en la puerta del lugar cobraban lo mismo por pintarte la cara?). De todos modos, se pudo ver a varios asistentes con disfraces alusivos, así como a representaciones de algunas instituciones que sí llegaron con todas las galas correspondientes.
En lo que se refiera a los altares, el más destacado fue uno que se extendía por un espacio extenso para desplegar una larga procesión funeraria en la que figuraban al menos cincuenta figuras de esqueletos, y que como nos lo contó su autor, estaba dedicado a los tres miembros de su propia familia que fallecieron en los últimos tres años por distintas circunstancias. De manera merecida, se llevó el premio mayor.
No todos ellos estaban directamente conectados con la comunidad mexicana, como sucede habitualmente en este evento. La mejor muestra de ello fue el que estaba dedicado a Charlie Watts, el recientemente fallecido baterista de los Rolling Stones, que, ya a altas horas de la noche, sirvió como escenario para un concierto improvisado de tres guitarras en honor al rock’n’roll.
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