Esta impresionante ‘Canción sin nombre’ le da voz a los peruanos oprimidos de ayer y de hoy
En el 2006, mientras se encontraba completando una maestría de cine en la Universidad de Columbia -tras haber estudiado en su ciudad natal de Lima-, Melina León recibió una llamada de su padre, el reconocido periodista Ismael León.
A principios de los ’80, León (fallecido en el 2014) fue parte de un grupo de investigación del diario peruano La República que puso en evidencia la existencia de una red de tráfico de niños que eran enviados de manera ilegal al extranjero luego de ser comprados o secuestrados.
“Mi padre me comentó que acababa de ser contactado por una mujer con acento francés que le dijo que era una de esas bebés robadas, y que se había dado cuenta del hecho después de leer sus artículos”, nos contó Melina a través de una conexión telefónica con Lima. “Ella no recordaba nada de ese momento, pero aparecieron después dos hermanos cuya experiencia había sido mucho más traumática, porque fueron robados cuando eran más grandes”.
Tras presentar su cortometraje de graduación, “El paraíso de Lili”, Melina se encontraba en busca de una idea adecuada para hacer su debut como directora en el largometraje, y este fue el germen de “Canción sin nombre”, el drama social que se encuentra ya disponible en los Estados Unidos bajo la modalidad de Virtual Cinemas con el título en inglés de “Song Without a Name”.
Para que el proyecto pudiera despegar, la peruana estableció una fructífera colaboración con su compañero de escuela -y novelista publicado- Michael J. White, quien la ayudó a estructurar las ideas que tenía y descartar las que no servían. “Yo le contaba cosas y él las escribía, y después intercambiamos los roles, porque quería que la película fuera muy peruana y él es anglosajón”, retomó la cineasta.
Un pasado muy presente
Pese a que el caso real se produjo en 1981, Melina -quien terminó firmando el guion al lado de White- lo trasladó a 1988. “Quería colocarlo en una época que yo pudiera recordar y que se conectara además con la guerra contra [el grupo subversivo] Sendero [Luminoso]; y de todos modos, la intención desde el comienzo era hacer una obra de ficción”, especificó.
“Ninguno de los casos reales se dio exactamente del modo en que se presenta esta historia, con una mujer que va a dar a luz a una clínica y a la que quitan a su hija [con el uso de engaños]; lo que ellos hacían era ir a guarderías y hospitales para convencer a las madres de que les vendieran a sus hijos o para robárselos directamente”, agregó.
La falta de salas de cine sigue causando pesar entre todos los amantes del séptimo arte, y al menos en lo que respecta a las ciudades más grandes de Estados Unidos, el problema no tiene todavía visos de solución.
Melina también hizo que Pedro (Tommy Párraga), el periodista que investiga el caso de la protagonista Georgina (Pamela Mendoza Arpi), fuera un gay en el closet. “Me parecía interesante que él no fuera un simple testigo privilegiado de la tragedia, sino que supiera lo que significa tener una identidad que es despreciada”, explicó la realizadora. “Y eso nos permitía expandir el comentario a la situación de violencia que vivimos en el Perú, y que no se limita a actos contra las mujeres y los indígenas, sino que incluye también a los homosexuales”.
La discriminación contra la comunidad LGBTQ ha empezado a ser mucho más atendida en el cine latinoamericano desde hace pocos años, y se encuentra incluso en la base de otra producción peruana de gran nivel, “Retablo”, que fue la apuesta del país andino para el Oscar (no terminó siendo nominada), y que cuenta el drama de un padre de familia que se ve obligado a actuar en secreto durante sus incursiones amatorias (curiosamente, la misma película se acaba de lanzar en el mercado estadounidense, esta vez en Netflix).
“Los cineastas se están atreviendo recién a hablar de estos temas, porque si ahora es todavía difícil hacerlo, en esa época era un tabú total”, precisó Melina. “Es normal que, con el paso de los años, y a medida que se van produciendo cambios sociales, el cine también cambie”.
Le dijimos a nuestra entrevistada que la escena en la que Georgina y Pedro son arrestados sin clemencia por la policía mientras circulan en la calle en pleno toque de queda nos recordó a lo que sucede años después en la misma ciudad debido al avance implacable del Covid-19. Pero ella trazó extensiones mucho más preocupantes.
“Los temas fundamentales de la película están vivos, porque esta es básicamente la historia de una mujer que termina terriblemente afectada por no tener servicios de salud esenciales, y ahora, la gente por aquí se está muriendo debido justamente a lo mismo”, respondió ella. “Pese a que la cuarentena y el toque de queda se decretaron de manera temprana, no hemos podido evitar los 40 mil muertos que tenemos; se nos han venido encima todas estas décadas pasadas de corrupción y de abandono”.
Identidades y semejanzas
“Canción sin nombre” tiene al frente a una indígena latinoamericana en medio de una capital igualmente latinoamericana y está filmada en blanco y negro, lo que traza comparaciones inevitables con “Roma”, pese a que cuenta con una personalidad definida y tiene una puesta en escena que impresiona por cuenta propia.
“Es natural que empecemos a tener protagonistas indígenas; lo que no es natural es no haberlos tenido y que esto sea noticia, sobre todo porque nuestro país es mayoritariamente andino”, enfatizó Melina, quien contrató a Mendoza tras descubrirla como integrante de un modesto grupo de teatro de Villa El Salvador, el mismo distrito popular en el que vive supuestamente Georgina. “Por otro lado, tenemos una historia muy parecida a la de México, lo que hace también normal esas semejanzas”.
“Creo que mi película se rodó de manera paralela a ‘Roma’, pero claro, ‘Roma’ tuvo un presupuesto mucho mayor y se exhibió antes”, agregó. “En nuestro caso, la idea de hacerla en blanco y negro fue porque en esa época las fotos de los periódicos se imprimían así, y sentíamos de algún modo que nuestro recuerdo de esos momentos era del mismo modo”.
También influyeron en la decisión las limitaciones de presupuesto, y pese a ello, la estética resultante ofrece auténticas maravillas visuales y resulta lógica en vista del tono ominoso de lo que se cuenta. “El blanco y negro tiene además la virtud de que te concentra en el plano, y ahora mismo, no puedo imaginarme la película en colores”, precisó Melina.
En buenas manos
“Canción sin nombre” es una película de época que resulta también convincente en ese sentido, ya que a pesar de que se desarrolla mayormente en interiores, tiene varias escenas al aire libre. En ese sentido, el hecho de contar con una larga secuencia en la ciudad de Iquitos, ubicada en la región amazónica, tiene todo el sentido del mundo, debido a que los parajes que se muestran parecen haber sido inmunes al paso del tiempo.
“En realidad, estábamos obsesionados con llegar hasta la selva, porque la película sucede casi siempre en la costa, pero tiene un momento en la sierra -en [la ciudad de] Ayacucho-, y con este agregado, completamos el país entero”, nos dijo la directora. “Curiosamente, quien me habló de esta sección de Iquitos, llamada Belén, fue Michael, que había estado por ahí”.
La cinta cuenta con el distintivo adicional de haber sido creada y dirigida por una mujer, y este no es un detalle menor. “Ahora hay más mujeres cineastas y estamos siendo más reconocidas, lo que va de la mano con las conquistas de nuestros derechos; se acaba de formar por aquí la Asociación de Mujeres Audiovisuales, y ya se ha implementado una encuesta sobre el acoso que han sufrido sus integrantes”, relató Melina. “Eso hará probablemente que los jurados [de eventos culturales] dejen de estar conformados exclusivamente por hombres”.
‘Retablo’ merece la nominación al Óscar
“Canción sin nombre” no logró estrenarse en el Perú debido a la llegada de la pandemia, pese a que lleva más de un mes en salas de España y de Suiza; pero Melina tiene ya entre manos un proyecto que anhela poder filmar en un futuro cercano.
“Estoy escribiendo una película que se haría en el Cusco, con una protagonista adolescente de la zona; espero tener el primer borrador en noviembre”, concluyó la cineasta, quien admite tener fuertes influencias del cine asiático.
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