Impactante apatía por las elecciones en California, el corazón de la resistencia contra Trump - Los Angeles Times
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Impactante apatía por las elecciones en California, el corazón de la resistencia contra Trump

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Seguro, es solo una primaria. Y las elecciones generales están a cinco meses de distancia.

¿Pero es razón suficiente, en un estado que ha gritado fuerte y claro su resistencia política, para dormirse durante una elección?

La respuesta de mis compatriotas californianos, es sí.

Andrew Hernández, de 30 años, me dijo que no había votado, pero que tenía los materiales en casa y que aún podía emitir su voto, aunque está registrado en Sacramento y no en Los Ángeles.

Le pregunté quién se postulaba para gobernador.

Pensó por un momento, como si la respuesta pudiera surgir, pero la iluminación no llegaba.

“No podría decirlo”, expresó.

¿Para senador de EE.UU.?

Él negó con la cabeza.

Alrededor de un tercio de las personas con las que hablé votaron o intentaban hacerlo. Así que mi muestra aleatoria y empírica, de unas 20 personas, coincidió con algunas predicciones de expertos señalando que aproximadamente dos de cada tres votantes registrados se tomarían unas vacaciones electorales el martes 5 de junio.

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Los primeros números indican que la participación de electores en persona, sin incluir las boletas enviadas por correo, fue casi del 13% en el condado de Los Ángeles. En el condado de Orange, la participación fue del 13%, y la cifra incluye los votos enviados por correo reportados hasta el martes por la tarde.

La apatía de los votantes no es nueva en California. L.A. eligió a un alcalde con cuatro de cada cinco votantes elegibles, ignorando las elecciones. Las votaciones de la junta escolar atrajeron aún menos participantes.

Pero esta es la era del presidente Trump y de la resistencia de California. Estamos en medio de un alboroto nacional acerca de la dirección del país y no hay buenas razones para ‘excusarnos’ de no votar.

“Sin ánimo de ofender”, me dijo un hombre de 63 años, “pero nunca voto”.

¿Por qué?

“No creo en el sistema”, aseguró, y se negó a darme su nombre.

“Me gusta Trump”, afirmó, “pero déjeme decirle algo: Estados Unidos nunca volverá a ser grandioso”.

Tenemos un poco de todo en California, ¿no?

Una joven llamada Nina reconoció que tenía la intención de votar y pensó que se había registrado, pero el día de las elecciones descubrió que todavía no es elegible.

¿Podía nombrar a un candidato a gobernador?

No.

¿Y para el Senado de EE.UU.?

Negativo.

“En realidad, estaba pensando en votar”, comentó Kia Zomorrodi, de 25 años. “Pero no investigué y probablemente sería mejor no votar desinformado”.

Quizás tenga razón. Zomorrodi no pudo mencionar a ningún candidato en la boleta. Tampoco su amigo, que indicó que estaba registrado pero que no tenía la intención de votar porque California se inclina demasiado a la izquierda para su gusto.

Lo entiendo, pero vi a bastantes republicanos en mi boleta y varios escaños del Congreso de Estados Unidos están disputados, mientras los republicanos tratan de derrotar a los demócratas y mantener el control de la Cámara. Además, en cuanto a las medidas electorales, el voto de un republicano cuenta tanto como el de un demócrata, que yo sepa.

Puedo entender por qué no se esperaba que los californianos corrieran a sus sitios de votación de manera masiva. El palabrerío de las medidas electorales puede dejar a algunos perdidos en la niebla, con la boca abierta y los ojos vidriosos.

También están todos los candidatos para juez. Decenas de personas de las que nunca hemos oído hablar -y a quienes esperamos no conocer jamás- y que quieren administrar la justicia. Elegir quién de ellos está mejor calificado queda en manos de personas inexpertas, cuya única calificación jurídica es haber visto algunos episodios de “Law & Order”.

Pero déjenme recordarles lo que está en juego en 2018 y más allá.

Hace dos años, un candidato que insistía en que el primer presidente negro era africano, se burlaba de las mujeres por su aspecto, se jactaba de tocarles sus partes privadas, menospreciaba a sus adversarios y era incapaz de decir la verdad, fue elegido como presidente de Estados Unidos. Ya sea que uno ame a Trump o que no pueda creer lo que escucha de él, ¿por qué no votar temprano y con frecuencia ante cada oportunidad?

California no solo es hogar de la revolución anti-Trump sino también de una creciente población latina, en un momento en que los temas de la raza y la inmigración están en el centro del debate sobre las políticas estatales y nacionales. Y, sin embargo, Kevin de León, que ha desafiado a Trump, no parece haber movilizado a las tropas de la resistencia en contra la actual senadora de EE.UU. Dianne Feinstein.

Mientras tanto, el exalcalde de Los Ángeles Antonio Villaraigosa pasó de buscar el primer lugar por la candidatura a gobernador a desear no ser humillado por el tercer puesto, detrás del demócrata Gavin Newsom y del republicano John Cox.

¿Qué pasó con el emergente voto latino? ¿Y con el enojado y enérgico voto de la juventud? ¿Qué le ocurrió al sistema de las primarias de los dos mejores que, se suponía, debía vivificar a candidatos y votantes de todos los partidos políticos?

¿Y al genuino sentido del deber cívico? ¿El clima estuvo demasiado agradable el martes para que la gente se molestara en votar?

“En términos generales, las personas no prestan tanta atención durante las primarias, y también hay menos atención de los medios en esa etapa”, afirmó Mindy Romero, directora del Proyecto de Compromiso Cívico de UC Davis.

Romero, quien predijo una participación bastante normal para esta primaria, indicó que hubo más compromiso político debido a las últimas elecciones presidenciales y a temas clave como los tiroteos de masas.

No obstante, aclaró que eso no se traduce necesariamente en más votantes, especialmente en las elecciones de preparación, con muchos candidatos en la boleta electoral. “Es potencialmente difícil enfocarse en todo ese desorden”, indicó Romero. “Y además de eso, saber que no es la decisión final lo hace menos motivador para los electores”.

Romero añadió que muchos jóvenes que se involucraron políticamente a través de campañas en las redes sociales después de los tiroteos de masas, no están necesariamente dispuestos a transferir toda esa pasión a la participación en un proceso electoral sobre el cual desconfían.

“Incluso los votantes habituales tienen problemas para ver el impacto de su voto”, consideró Romero. “Para mí, eso no es apatía. Creo que a la gente le importa... Se preocupan por sus comunidades y por las vidas de sus hijos, y quieren que los buenos funcionarios electos tomen buenas decisiones. Pero se sienten desconectados del proceso político, y no creen que el sistema esté ahí para responderles”.

Andrew Hernández, el joven que me dijo que tenía los materiales para votar en casa pero que no los había revisado, hizo el mismo comentario. “No soy inculto”, expuso. Tampoco está desinteresado en política.

Sin embargo, se siente repelido por los anuncios televisivos de campaña que exageran y distorsionan, o que “se aprovechan de los temores de la gente”. También está un poco desilusionado después de votar por Hillary Clinton y ver el triunfo de Trump.

“El tema es sentirse decepcionado y a ver a un hombre en el cargo a quien no le importa una m… y no es un diplomático”, expresó Hernández, quien espera estar más comprometido políticamente cuando supere su malestar. “Creo que muchos jóvenes de mi edad están enojados. Puedo salir y protestar, pero los niños seguirán siendo baleados en las escuelas”.

Entiendo, pero ¿son esas razones para alejarse o para derribar las puertas?

Las urnas están abiertas durante 13 horas el día de las elecciones, y si es demasiado problema dedicar media hora de su apretada agenda, siempre puede enviar una boleta por correo.

“Acabo de votar”, afirmó Sutton Dewey, de 29 años. Dijo que había hecho una declaración contra el sistema bipartidista al elegir candidatos de terceros partidos.

Pregunté por qué se tomaba el tiempo para hacerlo. “Sentí que no tenía derecho a quejarme si no votaba”, respondió.

Una mujer de mediana edad, de West Hollywood, me dijo que ya había votado y que no se hubiera perdido esta elección por nada. “Yo voté por los republicanos”, comentó con ansias de que Newsom no sea el próximo gobernador. “No quiero vivir en un estado santuario”, afirmó.

Adam Fratto, de South Pasadena, entiende la queja de que puede ser difícil hacer una diferencia con un solo voto. El hombre citó un proverbio chino: “El cielo está alto y el emperador está muy lejos”. “Hay muchas capas entre nosotros y entre las personas que toman las decisiones”, afirmó.

Sin embargo votó, y lo pensó mucho. Él quiere que Newsom gane, por lo cual votó por Villaraigosa.

¿Cómo?

Si dos demócratas logran llegar a la elección general, comentó Fratto, los republicanos podrían estar menos dispuestos a acudir a las urnas en noviembre.

California, tómala o déjala.

Pero mientras esté aquí, deje de dar excusas y vote.

[Actualización: con información más del 97% de los distritos, votaron menos del 21% de los electores registrados].

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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