Otra inequidad del coronavirus: aquellos que pueden quedarse en casa y quienes deben salir a trabajar obligadamente
Un nuevo estudio de UC Davis relaciona el distanciamiento social con los ingresos, mostrando que los ricos de Estados Unidos se han convertido en los menos móviles mientras que los más pobres se enfrentan a una mayor exposición.
Caminando por Westwood Hills, Iván Mirabelli pasó por un césped bien cuidado, casas grandes y trabajadores dispersos que mantenían impecable la apariencia de su vecindario acomodado, incluso en una pandemia.
Más allá de unas caminatas cortas y algunas reuniones al aire libre, Mirabelli está refugiado en casa. Su trabajo en finanzas -que suele hacerlo viajar mucho, pero ahora es completamente en línea- le da esa flexibilidad. “No quiero enfermarme”, afirmó Mirabelli, de 34 años, quien dijo que la adaptabilidad de su trabajo es un privilegio. “No tengo que elegir entre mi empleo y mi seguridad”.
Pero no todos los trabajos cambiaron con el coronavirus. A lo largo de las calles onduladas del distrito, la gente repartía paquetes, pintaba paredes y podaba árboles. “Es como cualquier otro día… Parece bastante normal”, comentó José Ochoa, de 28 años, quien estaba haciendo jardinería a unas cuadras. Para los trabajadores, la actitud es “más bien, ‘nada me va a pasar realmente’, porque tenemos que hacerlo de cualquier manera”, dijo Ochoa. “La gente de aquí es más cautelosa”.
Cinco meses después del inicio de la pandemia, el coronavirus se ha aprovechado de las fallas de la sociedad estadounidense para expandir las desigualdades. Las consecuencias económicas golpean con más fuerza a los californianos más pobres, y las tasas de infección y muerte entre las comunidades latinas y negras superan a las de los blancos, donde más personas tienen los medios para quedarse en casa.
Una notable inversión de roles en la movilidad surge como resultado y productor de esa creciente disparidad.
El distanciamiento social varía según los ingresos, muestra un nuevo estudio publicado por UC Davis para la Academia Nacional de Ciencias. Los más ricos de Estados Unidos, que suelen ser los más móviles del país, se volvieron los más estacionarios a medida que se propagaba el coronavirus, mientras que las personas más pobres pasaron de ser las más inertes a aquellas con mayor movimiento. “La gente en áreas pobres puede tener un mayor riesgo de infección porque se distancia menos socialmente”, indicó el economista Joakim Weill.
Las personas más ricas se convirtieron en las menos móviles porque pueden adaptar su trabajo y consumo, señaló Michael Springborn, profesor de UC Davis que trabajó con Weill y estudia economía ambiental y de recursos. “Es casi seguro que la flexibilidad aumenta con su nivel de ingresos… Mientras más ingresos tenga, más flexibilidad tendrá”, remarcó. “Las comunidades de bajos ingresos tienden a tener empleos que generalmente se consideran trabajos esenciales y se prestan menos para ejercerlos desde casa. También pueden tener menor liquidez y menos efectivo disponible, y eso posiblemente les obliga a hacer más viajes para comprar alimentos, por ejemplo”, agregó el docente.
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Los economistas identificaron la tendencia después de dividir los condados y las secciones censales de Estados Unidos en cinco grupos de ingresos diferentes, según el ingreso medio. Usando datos de ubicación móvil, luego compararon los ingresos con la movilidad de las personas que viven dentro de cada área. Los resultados muestran una marcada diferencia entre la clase alta y la clase trabajadora.
“Hay un salto masivo a medida que se llega a esa categoría final”, observó Springborn, refiriéndose al elevado porcentaje de individuos que se quedan completamente en casa en los distritos censales más ricos de Estados Unidos, donde los ingresos medios se ubican entre $40.500 y $148.000. Entre los tres quintiles más pobres, la medida de personas que se quedan siempre en casa se agrupa a una tasa casi una quinta parte menor que la del grupo más rico, lo que representa una clase trabajadora numerosa y móvil.
“Es un reflejo de la distribución del nivel de ingresos en Estados Unidos. Hay mucha gente que gana una cantidad relativamente baja o modesta, y también un grupo mucho menor de comunidades que están realmente muy lejos en el extremo superior”, detalló Springborn. La mayor exposición al coronavirus de las personas no ricas encaja con sus tasas más altas de afecciones de salud preexistentes y la disminución del acceso a la atención médica de calidad, observó. “Está quedando claro a partir de varias líneas de evidencia que las comunidades pobres soportan una parte desproporcionada de la carga de la pandemia”, señaló.
En Los Ángeles, las comunidades con mayores tasas de pobreza tienen tres veces más casos que las comunidades más ricas, añadió María Cabildo, investigadora principal de Advancement Project. Cabildo previó la propagación del coronavirus a las áreas mayormente pobres de Los Ángeles cuando se informó que el virus afectaba principalmente a los individuos ricos. “Ni siquiera podías hacerte una prueba a menos que tuvieras que viajar. Debías haber estado en China o en Italia. Tenía la sensación de que esto iba a suceder... Esto se iba a extender a nuestras comunidades”, comentó la nativa del este de L.A.
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El aumento vertiginoso de las tasas de mortalidad de los angelinos latinos y negros demuestra que sus expectativas se hicieron realidad, enfatizó. El coronavirus devastó a las comunidades pobres y se ralentizó en las más ricas.
Los hogares pobres, que a menudo enfrentan desalojos, escasez de alimentos y otras necesidades insatisfechas, no tienen la flexibilidad para elegir la seguridad sobre el dinero, por lo cual tienen que salir y enfrentarse a la exposición, aseveró Cabildo. “Si tienen la suerte de contar con un miembro de la familia que está trabajando en este momento, lo hacen”, dijo. “La consecuencia de eso es que la gente entra en contacto con muchas más personas”. Esa mayor exposición se combina con otros factores, como una densidad poblacional más alta, para devastar los hogares latinos y negros pobres en Los Ángeles, señaló. “Le debemos algo a estos trabajadores, que siguen poniendo en movimiento a Los Ángeles para que el resto de nosotros podamos quedarnos en casa. Tenemos que responder con recursos en aquellas comunidades que se ven más afectadas”, agregó.
Springborn y Weill, cuyo equipo de investigación también incluyó a académicos de UC Santa Bárbara y Stanford, dijeron que sus hallazgos también deberían informar las decisiones políticas. “Este tipo de hallazgos debería instarlos a considerar realmente priorizar las comunidades más bajas en la distribución de vacunas”, comentó Weill. Las protecciones para los trabajadores, las campañas de información y las mascarillas también podrían estar dirigidas a las comunidades más pobres, agregaron.
De regreso en Westwood Hills, un conductor estacionó una elegante camioneta gris al costado de la carretera y salió para entregar un paquete. Dijo que se llamaba Matt y se detuvo un segundo mientras trataba de averiguar cómo pasar la puerta de metal de una casa. “Si no tuviera que hacerlo, no, no lo haría. De ninguna manera estaría aquí”, reconoció el hombre de 52 años.
El sol brillaba; Matt estaba sudado. A pesar de que no le preocupa contraer el coronavirus, entiende que la flexibilidad viene con ingresos más altos, una flexibilidad que le permitiría dejar su agotador trabajo de reparto en el que “todo el mundo camina como un zombi” y tal vez cruzar el país para volver a vivir en familia. “La riqueza da libertad”, reflexionó Matt. “Verde es libertad; el dinero es sinónimo de libertad”.
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