Se necesita un enorme esfuerzo para organizar una gran boda: encontrar el lugar perfecto para dar el “Sí,” armar la lista de invitados, la música, la comida.
Esta primavera, innumerables parejas vieron cómo ese trabajo se desvanecía a medida que el coronavirus ponía un alto indefinido a las reuniones de multitudes.
QueJonné y David Cross, del sur de Los Ángeles, estaban a sólo unos días de la brillante y elegante tarde de domingo que habían planeado para su enlace, cuando los californianos recibieron la orden de quedarse en casa, el 19 de marzo. “No fuimos nada más nosotros. Todos el mundo perdía algo”, reflexionó QueJonné acerca del momento -en medio de su despedida de soltera, en Las Vegas- en que se vieron obligados a posponer su celebración para 350 invitados.
Aún así, reconoció, se sienten bendecidos de haberse casado ante algunos de sus 20 seres queridos más cercanos, en su iglesia ese día, y de que tanto ellos como sus familiares se encuentran bien de salud.
Russel y Kathleen Sion celebran esas últimas pequeñas maravillas a diario, especialmente ahora, cuando el trabajo de él en particular conlleva un gran riesgo.
Como terapeuta respiratorio en un hospital del centro, Russel ha tratado a muchos pacientes con coronavirus, ayuda a intubarlos y a atenderlos y está de pie en la cabecera de sus camas mientras tosen. Un colega cercano debió ser intubado, pero afortunadamente se recuperó. Otros pacientes no tienen esa dicha.
Kathleen es enfermera practicante en una clínica de medicina familiar, donde también ha estado en contacto con personas enfermas de COVID-19.
La pareja se conoció en la escuela cuando tenían ocho años de edad, y salieron brevemente a los 13.
Abril sería su mes perfecto; harían celebraciones todos los viernes. Primero su quinto aniversario, luego los 29 años de él, después el cumpleaños de ella y finalmente la boda. Habían planeado que sus votos se centraran en armar una familia para Jayden, el hijo de 10 años de Russel.
La gran boda del 24 de abril finalmente tuvo que esperar. Pero un día antes, la pareja se dirigió al estacionamiento del Honda Center para hacer una ceremonia civil, a través de walkie-talkies.
No era el plan de sus sueños, pero lo más importante era casarse. Ahora son marido y mujer.
También lo son Debbie y Jonathan Gryn, de Huntington Beach, quienes firmaron su licencia de matrimonio en la fecha de su boda, el 27 de marzo. En tanto, lo que quedó aplazado fue el festejo en un lugar perfecto de San Juan Capistrano, el buffet de comida italiana y el DJ.
La pareja le dio esa noticia a sus 130 invitados mediante una foto, con una nueva fecha tentativa a fines de julio, escrita sobre los cubrebocas con los que posaron. En ese momento, comentó Debbie, “sentimos que nos quitamos de los hombros un gran peso”.
Al final, también así sucedió para Martha Suárez Ballesteros, quien estaba ansiosa por su boda, planeada para el 17 de abril cerca de Puerto Vallarta. Ella detesta estar en el centro de atención, dijo, y trató de convencer a Frank Sánchez para fugarse y casarse a solas. Luego, a fines de marzo, su planificador de bodas la llamó para describirle el éxodo masivo de turistas que había en la zona.
De alguna manera, reprogramar para abril del próximo año alivió los nervios de Martha. “Ahora estoy emocionada, mientras que antes me sentía nerviosa”.
Meray y Rafi Halajian se casaron el 16 de mayo, su fecha prevista, en la iglesia planificada. Sólo 10 parientes pudieron estar allí, en lugar de los 500 invitados originales, aunque transmitieron en vivo la ceremonia.
Rafi esperaba con ansias reunirse con sus 28 primos hermanos. Sus padres, que viven en Armenia, no pudieron viajar. “Estamos esperando que todo se tranquilice”, dijo, antes de volver a planificar la gran fiesta. Por ahora, están simplemente felices.
Recientemente, sobre el sofá del condominio de Rafi en Glendale, Meray se dio cuenta de que “no tenía que irme a casa; ya estaba en casa”. Y la sensación fue maravillosa.
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