La tos se dispersa por los autobuses y los conductores de Metro se preguntan: “¿Me voy a contagiar hoy?”
Los conductores de autobús de Los Ángeles están trabajando durante la crisis del coronavirus. Eso significa pasar horas en un espacio confinado con los pasajeros y preocuparse de que puedan enfermarse.
La tos se dispersó por el autobús cuando la Línea 33 del Metro transitaba por Venice Boulevard. El conductor miró, horrorizado, mientras un pasajero movía las manos repetidamente y se limpiaba las palmas en el asiento.
“Estaba disgustado e inquieto”, dijo el conductor. “Vamos, hombre. ¿Qué pasa si alguien se sienta allí y no sabe lo que ocurrió? Así es como se propaga el virus”.
Para miles de conductores de autobuses de la Autoridad Metropolitana de Transporte, ir a trabajar durante una pandemia significa pasar horas en un espacio cerrado con extraños, preguntándose si este será el día en que se enfermarán.
La cantidad de pasajeros en los autobuses del condado de Los Ángeles ha caído un 65% desde que comenzó el brote de coronavirus. Pero algunas líneas todavía están tan llenas que el distanciamiento social es imposible, según entrevistas con una docena de conductores que hablaron bajo condición de anonimato porque no estaban autorizados a hablar en público.
Demasiados pasajeros están desafiando las órdenes de California de quedarse en casa haciendo viajes no esenciales, dicen los conductores. Esos pasajeros respiran el mismo aire recirculado y tocan las mismas superficies que los conserjes, empleados de supermercados, cocineros y otros trabajadores a bordo que interactúan con extraños para ganarse la vida.
Los temores de contraer la enfermedad se han exacerbado por la escasez periódica de mascarillas, desinfectante de manos y otros equipos de protección en los sitios de autobuses de Metro, además de la falta de pago por riesgos, dijeron los conductores.
“Si vengo a trabajar, ¿me voy a contagiar hoy? ¿Me voy a contagiar mañana? ¿La próxima semana?”, cuestionó un conductor de un sitio de autobuses en Boyle Heights. “Siempre está en mi cabeza”.
Con los californianos ansiosos por flexibilizar las restricciones, los trabajadores médicos se sienten atrapados en un estado de peligro perpetuo, sin final a la vista. Algunos están preparando sus testamentos.
Agregó: “Estos funcionarios electos están llamando héroes a los trabajadores médicos, a los empleados de supermercados y los bomberos. Sí, lo son. Pero los operadores de autobuses también somos héroes. Literalmente, estamos en la primera línea”.
Lo peor, dicen los conductores, es algo como lo que le sucedió a Jason Hargrove. En un video publicado en Facebook, el conductor del autobús de Detroit relató que un pasajero le tosió varias veces sin cubrirse la boca, mientras se limpiaba la cara con un pañuelo, expuso, se sintió “violado”. Murió 11 días después por complicaciones de COVID-19.
A nivel nacional, el número de muertes de trabajadores de tránsito es mayor de 100, incluidos los más de 80 decesos en Nueva York. Alrededor de unos 30 de esos trabajadores conducían autobuses, dijeron funcionarios de tránsito de Nueva York.
Al menos un trabajador de tránsito en el sur de California y un conductor de autobús en Santa Clarita, fallecieron por complicaciones de la enfermedad.
De los 42 casos de Covid19 confirmados por Metro, 15 son conductores de autobuses y siete son trabajadores de mantenimiento, reveló la agencia. Ocho sitios de autobuses, incluidos en South L.A., Boyle Heights y West Hollywood, han registrado múltiples casos. Ningún conductor ha muerto.
Ha sido imposible saber si habrá mascarillas y el desinfectante para manos estará disponible hasta que lleguen sus turnos, dijeron los conductores. Muchos han buscado su propia protección: un cobertor de cuello en Amazon, un preciado respirador N95 de una hija que trabaja en el consultorio de un dentista, una pila de mascarillas de papel del vestíbulo de un hospital de Kaiser Permanente.
Son ricos y viven en lugares elegantes. Así es como el brote de coronavirus los afecta.
Un conductor en el noreste de Los Ángeles comentó que estaba reutilizando sus mascarillas quirúrgicas durante varios días para guardar las nuevas y proporcionárselas a sus compañeros de trabajo que son adultos mayores con problemas de salud. Su razonamiento fue que “si me enfermo, probablemente sobreviviría”, dijo.
Los guantes de nitrilo han sido abundantes, pero la capacitación sobre cómo usarlos y quitarlos ha sido escasa, revelaron la mayoría de los conductores.
El desinfectante de manos ha sido escaso, comentaron los conductores. Los trabajadores en varios sitios aseguraron que les dieron una botella de desinfectante para manos tamaño bolsillo y les dijeron que tendría que durarles una semana o más. Algunos hicieron los suyos, usando aloe vera y alcohol isopropílico. Los dispensadores instalados en algunos depósitos están frecuentemente vacíos, revelaron.
“Es como tener que protestar para obtener nuestros suministros”, dijo Art Aguilar, presidente del sindicato que representa a los mecánicos en Metro y a los conductores en otras tres agencias de tránsito del sur de California. “La MTA no estaba preparada para esta pandemia, aunque no creo que ninguna agencia lo estuviera”.
Metro enfrenta la misma escasez nacional de mascarillas que los hospitales, estaciones de bomberos y otros empleadores con trabajadores de primera línea, señalaron las autoridades. Los pedidos de más equipo se gestionan “literalmente minuto a minuto”, expuso el director de operaciones Jim Gallagher a los directores en abril.
Los latinos y los negros menores de 50 años están muriendo de coronavirus a un ritmo alarmante en California
La agencia ha ordenado más de 1 millón de artículos de protección, incluidas más de 700.000 botellas de desinfectante personal para manos y 10.000 protectores faciales, dijo el portavoz Dave Sotero. Agregó que el tiempo de espera entre un pedido y la entrega puede ser de dos a cuatro semanas.
Metro ha distribuido decenas de miles de mascarillas quirúrgicas y botellas de desinfectante para manos, y está haciendo “todo lo posible para garantizar un ambiente de trabajo seguro”, aseguró Sotero, llamando a los conductores “servidores públicos verdaderamente dedicados y heroicos”.
Añadió: “Sus preocupaciones sobre la seguridad son comprensibles dada la grave amenaza que representa esta crisis de salud pública”.
Los conductores están tomando precauciones estrictas para evitar llevar el virus a casa. Algunos se cambian en los sitios de autobús y empaquetan su ropa sucia en bolsas de basura. Un conductor dijo que se quita el uniforme en el garaje. Otro usa un limpiador a vapor, destinado a los asientos del autobús, para desinfectar sus zapatos.
“Da mucho, mucho miedo”, subrayó un conductor que trabaja en Silver Line. “Tengo una gran marca en la cara porque llevo la mascarilla muy apretada, estoy usando mangas largas en el calor y mis manos están agrietadas porque las estoy lavando mucho”.
Los pasajeros del metro ahora deben abordar a través de la parte trasera del autobús. Se les ha dicho a los conductores que cierren y abrochen la barrera de plástico transparente que separa sus asientos de la caja de tarifas, pero que acepten cualquier dinero que se les ofrezca.
En lugar de interactuar con extraños, la mayoría de los conductores dijeron que están evitando el dinero. Algunos han ido un paso más allá al poner barreras en el pasillo que conduce a la caja de tarifas con cuerdas elásticas, cordeles o cinturones de seguridad.
Metro ha alentado a los pasajeros a usar mascarillas, pero no las exige. Los letreros digitales en los autobuses ahora muestran la línea, el destino y un nuevo mensaje: “Viaje seguro: use una mascarilla facial a bordo”.
No requerir mascarillas “se siente como una bofetada”, dijo un conductor que trabaja en Chatsworth. “Si tiene que usar una para ir a Target o al supermercado, también debe hacerlo cuando se sube a un autobús. Se encuentra en un espacio pequeño y confinado con otras personas”.
Hacer cumplir una regla de usar una mascarilla obligatoria en cada autobús en el Condado sería “físicamente poco práctico”, manifestó Sotero.
En abril, Metro redujo la cantidad de horas que los autobuses están en la calle en aproximadamente un 29%. Eso significa que los pasajeros enfrentan esperas más largas entre los autobuses y, a veces, mayor cantidad de personas abordo.
Una foto tomada por un conductor mostró a los pasajeros parados en los pasillos de un autobús lleno en la Línea 66 entre Westlake y Montebello.
En líneas concurridas, Metro puede hacer ajustes rápidamente para enfrentar la “realidad en la calle”, dijo el presidente ejecutivo Phil Washington la semana pasada durante una reunión telefónica de la junta de Metro. Los funcionarios han agregado autobuses más largos, o servicios más frecuentes, en algunas rutas para aliviar el hacinamiento.
“¿Distancia social en un autobús? No existe”, remarcó un conductor que trabaja en el sur de L.A. “Digamos que abordamos a 15 personas. ¿Cuántas de ellas están infectadas? Tal vez sea sólo una. Quizá no sea nadie. Sinceramente, no podemos saberlo”.
Sotero dijo que los conductores tienen “discreción para cargar su autobús” y respetar el distanciamiento social, porque las cargas de pasajeros pueden variar de una línea a otra, y de una parada a otra.
El cierre de negocios no esenciales y las largas filas en las tiendas de comestibles han presentado sus propios problemas. Antes, si los conductores de autobuses necesitaban usar el baño, podían detenerse y correr dentro de un restaurante de comida rápida o cafetería. Los conductores ahora están descubriendo que no hay a dónde ir.
Un conductor en el Valle de San Fernando dijo que condujo durante cinco millas buscando uno.
“Conducir sin que haya nada abierto, es el peor sentimiento del mundo”, manifestó. Finalmente terminó en una lavandería en Studio City.
Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.
Suscríbase al Kiosco Digital
Encuentre noticias sobre su comunidad, entretenimiento, eventos locales y todo lo que desea saber del mundo del deporte y de sus equipos preferidos.
Ocasionalmente, puede recibir contenido promocional del Los Angeles Times en Español.