¿La salud o el salario? El coronavirus obliga a algunos trabajadores de Los Ángeles a elegir
Teresa Trejo pasó las últimas dos décadas conduciendo de un empleo a otro, del Centro de Convenciones de Los Ángeles al Dodger Stadium. Su trabajo como barista y camarera es la principal fuente de ingresos para su familia, que incluye a su hijo de siete años, cuyos temores sobre el coronavirus aumentan constantemente.
Para Trejo, de 46 años, los efectos del brote se sintieron rápidamente hace dos semanas, cuando sus lugares de trabajo cerraron y sus horas se redujeron indefinidamente, lo cual la obligó a solicitar el desempleo.
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Al igual que otros estadounidenses que no pueden trabajar desde su hogar, ella está descubriendo que el virus afectará desproporcionadamente a aquellos cuyos medios de vida dependen de la interacción humana diaria.
“Esta es la primera vez en mi vida que literalmente no tengo trabajo y no sé cuándo volveré a tenerlo”, reflexionó. Su familia tiene algunos ahorros, pero no sabe cuánto durará. Ahora ella tiene la esperanza de que su sindicato pueda ayudar.
Trejo -una angelina de toda la vida- y su familia viven en Inglewood, una ciudad contemplada en el condado de Los Ángeles dentro de la moratoria retroactiva para desalojos sin culpa en edificios residenciales y comerciales. La medida es una de las muchas destinadas a aliviar la carga financiera que causarán los efectos del brote de coronavirus.
Pero para el futuro inmediato, reina la ansiedad. Los espectáculos que se planificaron con meses de anticipación en el Centro de Convenciones del centro de Los Ángeles fueron cancelados o suspendidos, una decisión que crea un efecto dominó en organizadores, participantes, vendedores y trabajadores como Trejo.
Y con el retraso del inicio de la temporada 2020 de las Grandes Ligas de Béisbol durante al menos dos semanas, tampoco tiene claro cuándo reabrirá el Dodger Stadium.”No me siento segura. No sé por cuánto tiempo podré sobrevivir así”, afirma.
Mientras que muchos, como Trejo, pierden empleos y horas, otros enfrentan un desafío diferente y grave: presentarse al trabajo, pero arriesgar su salud.
Laura Pozos, de 58 años, ha trabajado en un McDonald’s en el este de Los Ángeles durante cuatro años, su única fuente de ingresos para mantener a sus dos hijos.
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A veces, ella también tiene la tarea de limpiar los baños. Aunque le han dicho que se lave las manos al regresar a la cocina, no siempre se proporcionan guantes, afirmó. El restaurante envió las preguntas de este periódico a la sede corporativa de McDonald’s, donde nadie ofreció respuestas de inmediato para este artículo.
La semana pasada, el presidente Trump se refirió a los empleados de comida rápida como trabajadores esenciales, mientras que más estadounidenses recurren a la entrega de alimentos a domicilio y a las opciones de comida rápida.
Pero varios trabajadores de McDonald’s en todo el país, incluida Pozos, creen que la compañía ha hecho poco para proteger a los empleados a medida que crecen los temores sobre el virus.
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Los cocineros y cajeros de dos tiendas McDonald’s corporativas en San José y Los Ángeles se declararon en huelga la semana pasada después de que se redujeran las horas y de que sus pedidos de una mayor protección de la salud y la seguridad -como guantes y desinfectantes- fueron supuestamente ignorados, informó en un comunicado el grupo que protege a los trabajadores, Fight for 15.
En una declaración, el viernes, el presidente de McDonald’s USA, Joe Erlinger, precisó que la empresa estaba trabajando con sus franquiciados para implementar “medidas de precaución adicionales, que salvaguarden el bienestar de nuestros clientes, equipos y comunidades”.
Eso incluye un aumento de la limpieza y desinfección de las superficies en todos los restaurantes, afirmó Erlinger.
Además del potencial de salarios perdidos, para Pozos el mayor temor es entrar en contacto con alguien que pueda tener el virus, contraerlo ella misma y luego transmitirlo a su familia.”¿Qué pasaría con el resto de nosotros?”, se preguntó.
Muchos de los que temen por su salud en el trabajo deben confiar en su propio criterio para protegerse.
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Linda Valdivia, una conductora de Uber, a menudo ofrece transporte hacia y desde el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, un semillero de riesgo potencial.
A medida que los temores sobre el coronavirus aumentaban en las últimas semanas, Valdivia no consideró dejar de trabajar; sus viajes son la única fuente de ingresos, lo cual a menudo exige de largas horas en las calles.
En cambio, se concentró en cómo protegerse a sí misma y a sus pasajeros, y compró cremas desinfectantes, toallitas y aerosoles para limpiar su asiento trasero.
Los productos salen de su propio bolsillo y la empresa no las reembolsa. Pero ella prefiere gastar dinero que ponerse en peligro.”Estamos tomando precauciones extremas cada vez que llevamos a un pasajero”, reconoció, mientras los conductores de Lyft y Uber en todo el país siguen exigiendo mejores protecciones.
“No es un secreto que estamos en mayor riesgo”.
Los analistas laborales dicen que, al presionar la economía, el virus está exponiendo cuán vulnerables son muchos trabajadores, y no sólo aquellos que viven al día.”Realmente muestra cuán poca red de seguridad social existe y qué tan difícil está todo para las personas de toda la escala”, comentó Toby Higbie, profesor de estudios laborales en UCLA.
“Esos trabajos no se distribuyen equitativamente entre las razas y el género”, agregó Higbie, subrayando que a menudo son las mujeres y la gente de color los que tienen más probabilidades de soportar la carga.
Tres semanas antes de que el presidente aconsejara a los estadounidenses quedarse en casa mientras el coronavirus se extendía por todo el país, y de que los californianos recibieran órdenes explícitas de hacerlo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) plantearon una pregunta al público por primera vez: ¿Cómo sería si no pudiera ir al trabajo o la escuela? ¿Cómo se prepararía para una interrupción de la vida normal?
Pero las respuestas dependían de la posibilidad de las personas de teletrabajar para seguir generando ingresos. En los días previos a la aparición de una nueva realidad, los empleados que no podían permitirse el quedarse en casa estaban aparentemente exentos de la conversación y las directivas de los altos sectores.
Una encuesta de Marist realizada el 13 y 14 de marzo para NPR y PBS detectó que el 18% de los adultos encuestados ya habían sido despedidos o sufrido una reducción en las horas de trabajo. Entre los hogares que ganan menos de $50.000, el 25% sufrió un recorte de horas o la pérdida de un empleo.
En California, el gobernador Gavin Newsom informó que el número de personas que solicitaron seguro de desempleo había alcanzado las 80.000 en un día la semana pasada, un aumento exponencial del promedio diario anterior, de aproximadamente 2.000.
Higbie señala la Gran Depresión de la década de 1930 y la Gran Recesión de 2008 como ejemplos de grandes trastornos sociales que continuaron sintiéndose incluso años después, especialmente por aquellos que viven “más cerca del límite”.”La única salida es la solidaridad”, remarcó.
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Los trabajadores de todo el Condado lanzaron páginas GoFundMe que recaudan fondos para sus compañeros de trabajo a medida que las horas disminuyen y los salarios también.
Antes de las directivas del condado de Los Ángeles para cerrar todos los negocios no esenciales, los empleados de librerías locales en Pasadena, Silver Lake y West Hollywood se unieron para recaudar fondos mientras los empleados organizaron una ‘huelga por enfermedad’, absteniéndose de trabajar para proteger su salud.
David Thomas, uno de esos empleados de librería, comentó que puede contar con el apoyo de sus padres si la compañía no le da permiso por enfermedad.
ICE se limita a decir que uno de sus agentes dio positivo, y otros detenidos estan bajo cuidado.
Pero se preocupa por los demás. “Otras personas tienen que pagar la renta, o facturas por delante. Esperamos que la tienda continúe apoyándonos si cierra”, afirmó.
En otros casos, las familias llevan la totalidad de la carga.
Yamilech Trujillo, de 21 años, trabaja en la recepción de un hotel en el centro de Los Ángeles. Su madre es empleada de limpieza y su padrastro es camarero en un restaurante. Toda su familia enfrenta la pérdida total de salarios.
Trujillo contó que la tasa de ocupación en el hotel se redujo considerablemente, y que las horas de ella y sus compañeros también bajaron significativamente. Aún así, intenta mantener una actitud positiva, y la alientan los esfuerzos de su sindicato, Unite Here Local 11, que ha coordinado talleres para educar a quienes se enfrentan al desempleo.”Es mucho por asimilar, pero no debemos entrar en pánico”.
Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.
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